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Prueba: Volkswagen Polo – Aguantando el tirón

En un panorama en el que no está bien visto hablar del diésel, ponemos a prueba el motor de gasóleo de acceso del nuevo Volkswagen Polo, el 1.6 TDI de 95 CV y, ya de paso, nos preguntamos si es recomendable su adquisición frente al TSI de la misma potencia.

Que no el momento no es especialmente proclive para adquirir un coche diésel, no lo decimos nosotros, ya se encargan las diferentes medidas gubernamentales de recordárnoslo casi a diario. El gasóleo lleva meses soportando restricciones, prohibiciones y malas palabras, provocando que las ventas de este combustible hayan retrocedido a niveles de hace casi una década y media cuando, como acaba de ocurrir, la gasolina era el combustible dominante.

En este panorama, hay segmentos que prácticamente están diciendo adiós al diésel. Los utilitarios son un buen ejemplo de ello. Muchos de los fabricantes han dejado de apostar por dicho combustible, en favor claro está de la gasolina o de otras tecnologías más eficientes como la hibridación, la conversión a GNC y GLP e incluso la electrificación. No obstante,  pese al contexto en el que nos encontramos, todavía queda un reducto de marcas que sigue confiando en él y, aunque sus versiones y alternativas son algo justas, siguen ofertando motores diésel en su gama.

Ficha Técnica Volkswagen Polo 1.6 TDI 95 CV R

Motor: Diésel, cuatro cilindros en línea, turboalimentado

Cilindrada: 1.598 cm3

Potencia: 95 CV entre 2.700-4.600 rpm

Par: 250 Nm entre 1.500-2.600 rpm

Velocidad Máxima: 185 km/h

0-100 km/h: 11,2 seg.

Consumo (urbano/extraurb./mixto): 4,5 / 3,4 / 3,8 l/100 km

Emisiones CO2: 99 gr/km

Dimensiones: 4.053 / 1.751 / 1.461 milímetros

Maletero: 351-1.125 litros

Peso: 1.280 kg.

Cambio: Manual, de cinco velocidades

Depósito: 40 litros

Precio: 20.475 euros

Precio ud. probada: 27.185 euros

Volkswagen es una de ellas. Una vez superado el Dieselgate, la compañía de Wolfsburgo nos propone un Polo asociado a las siglas TDI, el cual consiga satisfacer las necesidades de ese conductor que, ya sea por dinero o por gusto, no quiere tener aparcado un Golf o un SUV en su garaje, sino que le basta y le sobra con un modelo de 4,05 metros de largo.

Un vehículo que, como ya te dijimos en su momento cuando lo probamos por primera vez, poco o nada tiene que envidiar a su hermano mayor, espejo en el que se lleva reflejando desde la anterior generación.

Vuelta al 1.6 TDI

En esta ocasión, como ya te habrás imaginado, bajo el capó del Volkswagen Polo se halla el 1.6 TDI de cuatro cilindros. Un bloque que, afortunadamente, la marca germana ha vuelto a rescatar tras juguetear de forma poco satisfactoria con el tricilíndrico 1.4 TDI. Un bloque, el 1.6 de nuestra prueba, con estructura de aluminio e inyección directa que genera 95 CV de potencia entre las 2.700 y las 4.600 rpm así como un par máximo de 250 Nm entre las 1.500 y las 2.600 vueltas.

Tras probarlo en profundidad durante varios días, damos gracias a VW por haberlo recuperado, sin embargo con el recuerdo del 1.0 TSI de 95 CV todavía en la memoria, no podemos sino realizar comparaciones… aunque sean odiosas. Si echamos la vista atrás, recordamos que el pequeño bloque de gasolina era un auténtico tiro en un régimen bajo medio de vueltas y aunque el 1.6 TDI tiene 75 Nm más de par, apareciendo además antes, lo cierto es que durante la prueba nos ha parecido un bloque muy remolón por debajo de las 1.800 rpm.

No en vano, es necesario echar mano de la caja de cambios manual para no quedarnos casi parados y obtener algo más de empuje, el cual aparecerá al rondar las 2.200 vueltas y que llegará acompañado de una sonoridad poco alentadora. Por suerte, las temidas vibraciones de este tipo de motores son menos acusadas en el 1.6 TDI. Otro pero achacable a la transmisión es que, por desgracia, mantiene sus cinco relaciones con el hándicap que ello supone cuando circulamos por autovía, donde una sexta relación le hubiera venido que ni pintado para así mejorar el consumo (por 1.685 € más se puede optar a la automática DSG de siete relaciones). Dato, este último, que quizá es una de las mejores bazas del Polo TDI.

Si bien los 5,8 l/100 km que marcó durante la prueba quedan lejos, muy lejos, de los 3,8 que homologa en su ficha técnica (habría que verlo con el nuevo protocolo WLTP que entra en vigor el 1 de septiembre), lo cierto es que resultan ser bastante aceptables para un vehículo que está pensado para realizar largas distancias… y más ahora que las ciudades le tienen casi prohibida su entrada aunque este Polo TDI haga alarde de la etiqueta C (la verde) por parte de la DGT.

Sin cambios

En el apartado dinámico, poco o nada más que añadir a la prueba que ya le realizamos a principios de año, puesto que el paquete R-Line que incorporaba nuestra unidad y que deriva directamente del acabado Sport que ya probamos en su momento, consiguen que el Polo sea divertidísimo de conducir. La nueva plataforma MQB A0 ha sido todo un acierto y en marcha notamos un aplomo propio de segmentos superiores. La carrocería rebajada en 15 mm, una dirección extremadamente directa y un diferencial deportivo XDS se encargan de transmitirnos una deportividad inédita en el modelo anterior.

Ya por último, antes de entrar a valorar si interesa dicho acabado o si de verdad merece la pena adquirir el 1.6 TDI, comentar que esta unidad sí iba equipada con el cuadro de instrumentos digital Digital Cockpit con pantalla de 10,25 pulgadas. Un sistema que le aporta un punto extra de modernidad al conjunto (nuestro Polo también iba equipado con el sistema de navegación Discover Media con pantalla de 8 pulgadas) y que nos ha resultado bastante intuitivo. Ya lo pudimos probar en el T-Roc (tanto en la toma de contacto como en la prueba) y lo cierto es que tras reencontrarnos con él en el Polo nos ha confirmado que merece la pena pagar los 375 € que Volkswagen Pide por él.

Extra de deportividad

Ahora bien, lo que quizá no busquen muchos clientes sea pagar los 1.550 € que cuesta el comentado paquete R-Line. Cierto es que con él, y gracias a los paragolpes y taloneras específicos (más marcados y agresivos que en los normales), al pequeño spolier trasero, a los asientos deportivos tapizados en tela Carbon-Flag, al volante deportivo en cuero, a los pedales de aluminio o a las inserciones en el habitáculo, el Polo TDI parece un Golf R en miniatura, pero si tenemos en cuenta que completando el listado de opciones que montaba nuestra unidad, el precio final sin descuentos ya era de 25.635 €, añadirle esos 1.550 € puede incluso hasta sobrar dejando así a la vista el ya de por sí llamativo acabado Sport, que provoca que este Polo TDI parta de los 20.475 €.

¿Merece la pena?

Era inevitable llegar a esta cuestión, más ahora que el pulso entre el diésel y la gasolina está como está. Una vez probadas ambas versiones, el 1.0 TSI de 95 CV y el 1.6 TDI de la misma potencia, cabe preguntarnos esta pregunta. Pues bien, la respuesta, como en la gran mayoría de casos, depende del uso que vayamos a hacerle al vehículo. Hay que tener claro que por mucho que nos estén asustando con la demonización al diésel, si se activan los niveles más altos dentro de los protocolos anticontaminación, la realidad es que únicamente podrán acceder a las ciudades los modelos con etiqueta ECO y CERO. En cambio, si el protocolo es moderado, gracias a la etiqueta C que porta el Polo TDI, tendremos permitido el paso, indistintamente de si somos gasolina o diésel.

Pero de vuelta a la cuestión, lo que tiene que hacer el conductor es plantearse la cuestión de si le renta pagar los 2.695 € de más que cuesta este Polo TDI Sport frente al Polo TSI con idéntico acabado. Una diferencia de precio excesiva que, teniendo en cuenta el precio de ambos combustibles a día de hoy (a la espera de que el Gobierno cumpla su promesa de subir el impuesto al gasóleo), con una tarifa de 1,273 € para el diésel y 1,376 € para la gasolina (precios obtenidos en la gasolinera Cepsa que utilizamos siempre para los repostajes), lo cierto es que necesitaremos realizar un buen puñado de kilómetros y esperar unos cuantos para amortizar su compra.

En concreto hablamos de 152.812 km y 7 años y siete meses si conseguimos realizar 20.000 kilómetros anuales. En caso de que hagamos 5.000 menos, que puede ser la media que realice un conductor de este tipo de vehículos, la distancia será la misma pero tardaremos 10 años y 2 meses en haber saldado la diferencia de precio. A ello se suma una diferencia casi ridícula entre lo que nos cuesta llenar los 40 litros de depósito. Si es TDI, nos costará 50,92 €, mientras que si es TSI la factura ascenderá a 55,04 €.

Como decimos, una diferencia escasa que, eso sí, se agranda a la hora de ver la autonomía final, pues con los datos oficiales en la mano (dejamos a un lado las variables de tipo de conducción, orografía, uso…), los 3,8 l/100 km del TDI nos permitirán cubrir 1.052 km entre repostajes, mientras que con los 4,5 l/100 km del gasolina, tendremos que parar a los 888 km.

En definitiva, los números están ahí y aunque el comportamiento de este motor no haya sido el esperado, lo cierto es que se torna como una opción ideal para aquellos conductores que les encanta echarse a la carretera para devorar kilómetros. Para todos ellos, este Polo 1.6 TDI es una opción excelente.

¿Preparado para lo siguiente?

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