A finales de los 90, Renault dio un golpe sobre la mesa lanzando al mercado la primera generación del Mégane. Convertido en un auténtico éxito comercial, el compacto galo parece llevar unos años sumido en un estancamiento impropio de él, ocasionado tanto por el aumento de rivales como por el auge de los SUV. En este contexto, Renault pretende relanzarlo de la mano del eVision que presentó a principios de otoño proponiendo una revolución eléctrica.
Pero hasta que ese momento llegue, lo cierto es que el Mégane luce nueva impronta, la típica de mitad de vida comercial para mantenerse vigente de cara a sus rivales. Si bien uno de los puntos más llamativos es la llegada de la electrificación a la gama de la mano de la variante E-TECH con su sistema híbrido enchufable, en términos estéticos tampoco se ha quedado atrás.
Sin entrar en demasiados detalles, lo principal que aporta este nuevo Mégane por fuera se centran tanto en los paragolpes, algo más robustos y marcados para enfatizar el toque deportivo, los grupos ópticos principales, que ahora pasan a ser Full LED, la parrilla con un tramado cromado más atractivo o, ya en la zaga, los faros con un nuevo diseño LED. Huelga decir que la presencia estética de este Mégane es tan elevada gracias en parte a que la unidad mostrada lucía el acabado Zen, el más alto de la gama.
Interior digital
De ahí que el puesto de conducción gane también en atractivo. No obstante, eso nos sirve para contemplar algunas de las novedades que se han introducido en esta actualización, tales como el cuadro de instrumentos digital de 10,2 pulgadas (opcional eso sí), o la pantalla central de 9,3 pulgadas. Mantiene su orientación vertical pero ahora carece de marco y está perfectamente integrada en el salpicadero. Además se ha mejorado el propio cristal convirtiéndolo en un monitor mucho más intuitivo. Por último y sin salir del mismo módulo, se han revisado los mandos de la climatización para ponerlos en consonancia con el resto de modelos.
Por lo demás, no hay más cambios representativos y el Mégane mantiene un interior habitable y perfecto para cuatro ocupantes, haciendo gala de un buen hueco para las piernas y para la cabeza. Los asientos son confortables y el maletero mantiene unas formas cúbicas y una capacidad que se mueve en la media de su segmento, 385 litros.
El diésel resiste
Más allá de que el Mégane E-TECH sea una de las grandes novedades, la realidad es que dicha tecnología solo se puede adquirir actualmente con la carrocería familiar. Durante la primavera aterrizará con la tradicional de cinco puertas, donde sorprende que la firma del rombo no haya tomado parte por incluir opciones micro-híbridas. Quizá haya tomado dicha decisión porque tiene en su haber uno de los motores más contrastados y eficientes de las últimas dos décadas: el 1.5 Blue dCi que se fabrica en Valladolid y que protagoniza nuestra prueba.
En este caso no hay más opción que elegirlo con 115 CV y 260 Nm de par, quedando eso sí a nuestra elección la caja de cambios: manual de seis relaciones como equipamiento de serie y la EDC automática de siete relaciones de nuestra unidad previo desembolso de 1.870 €. Recomendada al 100% por su suavidad y su permisividad en ciertas circunstancias, solo echamos en falta que monte unas levas tras el volante para así evitar pérdidas de tiempo innecesarios al realizar una conducción algo más enérgica.
Volviendo al bloque de cuatro cilindros, lo cierto es que estamos ante un motor progresivo, que se muestra muy sensible al programa de conducción que llevemos elegido en ese momento (con el Eco la reacción es más lenta y con el Sport parece sacar a relucir más vida de la que imaginábamos). Pero si por algo hay que tenerle en consideración es por lo poco que consume. Con una cifra oficial homologada de 4,6 l/100 km en circulación diaria, sin grandes aspavientos y dejando que la EDC actúe de manera eficiente, será sencillo movernos en torno a los 5,1 y 5,4 l/100 km. Si circulamos únicamente por autopista sí bajaremos de los 5 litros mientras que en un rodaje algo más picante, los 7 l/100 km se sobrepasarán sin dificultades.
En marcha, el Mégane apenas ha actualizado su alma y se mantiene como un compacto bien equilibrado. Quizá sí se le percibe una dirección más comunicativa que antes, más cuando activamos el modo Sport, mientras que el chasis trabaja a las mil maravillas para proponer un rodar seguro y sin sustos. Los frenos, por su parte, cumplen de sobra con lo requerido.
En resumen
Quien quiera dar por muerto al Renault Mégane ha de tenerlo muy claro antes de comentar cualquier cosa. Cierto es que esta actualización es liviana y que apenas aporta novedades revolucionarias (más allá del comentado E-TECH), pero la realidad no es otra que estar frente a uno de los pesos pesados de la categoría, capaz de brindarnos un __equilibrio dinámico excelente y con el aliciente de disponer de uno de los motores más eficientes de la actualidad__… sin necesidad de electrificaciones.
Otra ventaja, que dicho propulsor puede escogerse con cualquiera de los cuatro acabados disponibles en la gama aunque para optar por la transmisión EDC será necesario ir directamente al acabado de nuestra unidad, el Zen. El precio de partida está estipulado en 22.334 € pero los 1.974 € que pagamos de más respecto a un Intens manual se justifican en tener la opción de equipar elementos como la pantalla multimedia o el cuadro digital… aunque sea pagando aparte.