Embarrado. Con el logo casi ilegible y con un ligero quejido procedente tanto de los frenos como de algunos componentes de la amortiguación. Así es como ‘reposa’ el Porsche Cayenne instantes antes de que me disponga a ponerle de nuevo guapo en un túnel de lavado de la localidad de Basella. Un agua refrescante que servirá para sanar las ‘heridas’ sufridas tras el ‘tute’ off road al que le acabamos de someter.
Un vehículo que, en 2002, suscitó todo tipo de críticas por parte de los clientes más puristas de la marca, quienes eran incapaces de concebir que el león de Stuttgart presidiera cualquier coche que no fuera un deportivo de altas prestaciones. Un grupo reducido de gente que, seguramente, no era conocedor de la visionaria frase de Ferry Porsche de finales de los años 90, en la que afirmaba que “si construyéramos un modelo todoterreno según nuestros estándares de calidad, y tuviera un escudo Porsche en el capó, la gente lo compraría”. Dicho y hecho, 15 años después el Cayenne no solo es el modelo más vendido de la historia de la empresa, sino que gracias a los beneficios generados la marca ha podido iniciar nuevas vías de desarrollo que le repercutan en los años venideros.
Sudando la gota gorda
Pero ahora, tras estos tres lustros, nadie duda del poderío dinámico que atesora el fuera el primer SUV de la historia de Porsche. El Cayenne se ha convertido en un referente dentro de su segmento, tanto a nivel tecnológico como de comportamiento, pues es de los pocos todocaminos que es capaz de ir casi igual de rápido que un Nueveonce. En sentido, el ADN Porsche se nota… y mucho.
Sin embargo, nosotros nos hemos desplazado hasta el Pirineo catalán para exprimirle al máximo en un terreno, a priori, poco propicio para él: el campo. Tras una liviana prueba de consumo en la que logramos un gasto medio de 6,4 l/100 km con el Cayenne Diesel Platinum Edition –el homologado está cifrado en 6,6 l/100 km- toca hacerle sudar la gota gorda.
Roderas, rampas, vadeos, pendientes, inclinaciones, cruce de puentes…, en definitiva, todo tipo de perrerías para descubrir cómo se comporta el Cayenne en un terreno, como decimos, poco habitual para él. Sí porque seguramente menos del 1% de los clientes que acceden a un Cayenne, decidirá utilizarlo por terrenos no asfaltados. Y si lo hace, lo más normal es que la mayoría de ellos solo lo saque por caminos de grava de baja dificultad. Pero el SUV alemán es capaz de eso y de mucho más.
Únicamente habrá que activar el modo Off Road situado en la pobladísima columna central, elegir el programa de conducción Comfort y esperar a que los muelles neumáticos eleven ligeramente la altura de la carrocería. Lo siguiente, meter directa y empezar a disfrutar. Para comenzar, nada de medias tintas, una pared inclinada que ya nos va avisando de lo que nos espera. Poco a poco y controlando la dirección, el Cayenne la sortea sin inmutarse. Tras una ligerísima cuesta, de poca dificultad, llega una zona de roderas…. Pero no una convencional, sino inclinada. La prudencia nos puede, principalmente porque en el punto intermedio, llegamos a una inclinación ¡de 40º! Una barbaridad. Corregimos con delicadeza no solo para evitar volcar, sino para no dañar la carrocería. 50 metros después, respiramos, mientras que el Cayenne mantiene su compostura. Seguimos.
Un vadeo, otra rampa de subida, con su consiguiente bajada para probar el control de descensos, sin olvidarnos del cruce de puentes pronunciados con unos desniveles que hacen rebotar la carrocería súbitamente, se encargan de completar un circuito en el que el Cayenne demuestra que bajo esa estética ultra deportiva, se esconde todo un todoterreno de pura cepa.
Al bosque
Pero ahí no se acaban las pruebas. Sí, puede que aquí le hayamos exprimido al máximo, pero no todo el mundo puede tener la suerte de ser propietario de un circuito expresamente preparado. Por ello, Porsche, sabiamente, nos saca directamente ‘a lo salvaje’. Aquí, además de estar atentos de las rampas y demás, la anchura de vehículo juega un papel importante para no acabar empotrado contra un árbol. Pero la excelente dirección, unida a un control de tracción encomiable, nos mantienen siempre en la trazada. Algo similar ocurre en una zona más plana, donde nos atrevemos incluso a activar el modo Sport Plus para que la carrocería vaya más sujeta. La solventamos, de nuevo, sin problemas, permitiendo incluso algún que otro derrape para hacer la actividad más entretenida todavía.
Sin embargo, queda el plato fuerte. “Guardad la distancia de seguridad en este punto y activad el control de descenso de pendientes”, nos comenta por el ‘walkie’ uno de los monitores. La razón, vamos a descender un cortafuegos. Sí, has leído bien. El Cayenne, mi compañero, el monitor que nos acompaña y un servidor estamos justo en medio de un cortafuegos. En ese momento, no solo pienso en el reducido número de propietarios que ni pagando metería a su Cayenne aquí, sino si quiera que sepan de antemano que el vehículo que se van a comprar sea capaz de bajar tranquilamente esta medida de control forestal. Pues lo hace y, de nuevo, sin inmutarse. Una situación que se convierte en el cierre perfecto de la experiencia off road… o no.
¡A la nieve!
Con los 4,85 metros de carrocería impolutos tras pasar por el túnel de lavado. Volvemos a meter al Cayenne en su hábitat natural: ‘lo negro’. Pero no por mucho tiempo, porque el fin de fiesta que nos tiene preparado Porsche nos conducirá directamente ¡a la nieve! Así es, ponemos rumbo a Andorra, al circuito de nieve Pas de la Casa, donde cerraremos una jornada completamente atípica para el SUV de lujo alemán. Antes de eso, 134 kilómetros de curvas, pueblos y vías rápidas en las que el modelo germano nos demuestra de qué pasta está hecha. Como decíamos al principio, pocos todocaminos son capaces de transmitir la deportividad y el dinamismo de nuestro protagonista. Con la configuración más deportiva, el Cayenne se mueve como pez en el agua. La dirección, rápida y eficaz nos lleva sobre raíles, los frenos nos detienen con contundencia ante las grandes horquillas, mientras que el motor saca a relucir los 262 CV de forma constante. Únicamente nos deja mal sabor de boca el funcionamiento de la transmisión automática de ocho relaciones, que deja unos vacíos muy molestos al acometer las comentadas horquillas. Con el pie a fondo, le cuesta bajar de marcha para salir con el empuje demandado y cuando lo hace, baja dos de golpe dándonos una patada innecesaria.
Llegamos a nuestro circuito, en donde la nieve comparte protagonismo con la espesísima niebla, reduciendo no solo la visibilidad, sino también la diversión. Pese a ello, entramos en pista. Primero, con el modo Off Road, la carrocería elevada y los controles activados. Luego, con el modo On Road, configuración Sport Plus y sin ayudas. El objetivo, demostrar que pese a tener las condiciones más adversas, el Cayenne es capaz de responder a las mil maravillas con total seguridad. Un hecho que no se hubiera podido dar sin la inestimable ayuda de un elemento importantísimo en todo vehículo: el neumático. Así es, todos los Cayenne del evento montaban las gomas Latitude Alpine, demostrando una eficacia excelente en todos las circunstancias en las que hemos conducido.
En definitiva, una jornada diferente que no solo sirve para volver a disfrutar con un viejo conocido –Porsche ya tiene casi a punto la tercera generación-, sino para demostrar que pese a su escudo, a su tamaño y a su punto deportivo, el Cayenne es capaz de superar todos los prejuicios con los que inicialmente se le catalogan.
