El hecho de que todos los modelos actuales de Royal Enfield monten la misma mecánica monocilíndrica —que sustituyó a la anterior de cuatro velocidades y más de 50 años de recorrido— hace que cada una recurra a sus propios encantos para robar corazones. Y todas, a su manera, lo consiguen. Nada de prestaciones fulgurantes. Nada de inclinar demasiado. Nada de tecnología extremadamente sofisticada. Aquí de lo que se trata es de experimentar algo muy parecido a lo que en su día experimentó la generación de nuestros abuelos luciendo moto nueva. Motos clásicas en todos los aspectos más allá de lo puramente estético; esto es lo que ofrece Royal Enfield en todas y cada una de sus motos. Para lo bueno y también para lo malo, parece que el tiempo no pase en sus líneas de producción.
Así pues, si lo que quieres es viajar al pasado, olvídate de “Deloreans” o de otras invenciones cinematográficas: una Royal Enfield como esta Bullet 500 EFI –que estrena nuevo color “Metalic Dark Green”— sin duda es una opción muy bonita. Además, lo retro se lleva, lo añejo se valora, y el buen gusto está muy bien visto. Todo ayuda para que esta histórica marca india de origen británico se esté consolidando en nuestro país. El precio de este modelo en particular es el más económico de la marca, pues sale por 5.790 euros más los gastos de matriculación. Un precio que no es fácil de comparar con los de la competencia, pues motos directamente comparables, no las hay.
Del garaje al concesionario
Algunas familias afortunadas tienen viejas joyas de tiempos remotos abandonadas en el garaje. Ahora bien, la moto de la que tanto se enorgullecía el abuelo a menudo no tiene buen aspecto, y simplemente está allí, como descansando. Por supuesto que soñar con restaurarla es gratuito (aunque, a la hora de la verdad, hacerlo sea otra cosa). De hecho, en muchos casos el polvo que la cubre invita a dar marcha atrás, y en muchos otros, el simple hecho de ponerla en marcha confirma que poca cosa queda de aquella máquina que en su día fue —supuestamente— imbatible.
Afortunadamente hay caminos mucho más cómodos y prácticos para los que quieren circular con una moto clásica de los pies a la cabeza: comprarla nueva. Y para esto está Royal Enfield hace unos años instalada en nuestro país. Ciertamente, el número de concesionarios que trabajan con esta marca ha crecido de un modo exponencial estos últimos años. Esta marca, además, tiene el honor de ser la más antigua del mundo, ya que empezó a producir sus primeras bicicletas hace más de 160 años. No obstante, la primera bicicleta a motor salió de fábrica recién estrenado el siglo XX, concretamente en el año 1901.
Ahora bien, las motos que ahora fabrican no se inspiran en esas primeras unidades, sino más bien en las Bullet que empezaron a fabricarse para la India en 1949. Fue a partir de allí cuando su popularidad se extendió. Hasta tal punto fue así, que incluso el ejército indio hizo algún pedido de gran importancia para su propia flota de motos. De esas unidades a las actuales no ha cambiado gran cosa más allá del motor, ahora con inyección electrónica, bajos consumos y emisiones, y un cambio más tradicional —cinco marchas en el pie izquierdo en lugar de cuatro en el derecho—, así como, por supuesto, una fiabilidad mucho mayor y algunos detalles necesarios para los tiempos que corren. A partir de allí, basta con repasarse el catálogo y escoger la que mejor se adapte a tus gustos y expectativas.
Ruda como un cañón
Con todo, claro está que a esta Bullet 500 EFI no la mirarán por su gran caballería ni por su estética radical, sino más bien porque es una moto clásica que da gusto de ver, una pieza de museo que brilla ... ¡y que funciona! De hecho, como decíamos, si la comparamos con las primeras Bullet, no son tantas las diferencias a nivel estético. La primera —y sin duda una de las más importantes— en realidad ni se ve: la inyección electrónica. En este caso se recurre a un inyector Keihin de 28 mm para alimentar un único cilindro de carrera larga refrigerado por aire de 499 cc. Su aspecto, más allá de esto, apenas se diferencia de un motor de hace más de sesenta años.
Ni su aspecto, ni su sonido, ni su tacto. Lo enciendes y sus agradables vibraciones realzan su autenticidad. Su rendimiento no va más allá de unos tranquilos 28 caballos de potencia y de un par motor de 42 Nm, lo justo para ir por ciudad y carretera a tu ritmo, sin prisas, aunque sí se queda un poco justo en autopista (a 110 por hora ya se siente forzado). Sube de vueltas lenta y dulcemente, y cuando llega el momento de subir de marcha te encuentras con un cambio también lento y sonoro, y con un recorrido largo, aunque de tacto agradable y lograda precisión. Simplemente funciona de un modo correcto y muy acorde con el espíritu de la moto.
Más allá de esto, su motor es también muy accesible para facilitar el mantenimiento, y está acompañado de detalles cromados como las propias tapas, el tubo de escape, o la visera del faro delantero, entre otros. No hace falta decir que no hay plásticos de ningún tipo, sino piezas mucho más rudas y auténticas, de hojalata. Por su parte, también dispone de compartimentos asegurados con llave, tanto para guardar las herramientas como para proteger el filtro y los componentes eléctricos.
Parte ciclo añeja
Otras de las diferencias con los modelos más antiguos es el disco delantero. Éste hace bien su trabajo en una moto que tampoco pesa mucho (poco más de 160 kilos en seco), y que encima está bien acompañado de un tambor trasero de tacto y fuerza más que suficientes para el ritmo al que circularás de forma habitual. Incluso puedes tener tus dudas de si en realidad es un tambor o un disco de pequeño tamaño. Tanto da. Lo cierto es que la frenada, lejos de ser espectacular, cubre perfectamente con las expectativas en seguridad. No necesitas más. En cuanto al resto, esta Bullet 500 EFI destaca por un confortable asiento de dos plazas bien diferenciadas, así como por un subchasis de refuerzo que suponemos le viene al pelo para circular a dúo. Y es que es muy habitual que las motos de la marca opten por un asiento monoplaza con base de muelles. Más auténtico quizás, pero a todas luces menos práctico. Finalmente, su espíritu flemático que aún conserva se ve aquí reforzado por el nuevo color verde metálico, muy en la línea de los gustos británicos.
En cuanto al resto, el suyo es un equipamiento muy de su época, es decir, componentes sencillos pero resistentes. Enfrente monta unas horquillas telescópicas tradicionales, más bien blandas, y detrás una pareja de amortiguadores regulables en la precarga, pensados para que se noten los baches con un poco de gracia. Las llantas de acero con radios brillan con luz propia y son de 19 pulgadas delante y 18 detrás. Otro detalle, muy extendido en las motos de antes, son las protecciones del depósito para reducir las vibraciones en la zona de las rodillas.
Conclusión
Queda claro, pues, que no estamos ante una moto de vanguardia equipada con piezas de última generación, pero conducirla es toda una experiencia, ¡y muy gratificante! Encima de esta Bullet 500 EFI se disfruta de un motor tranquilo y suave, que sube de vueltas a su ritmo y que consume realmente poco (por debajo de los cuatro litros de media). Las vibraciones aparecen cuando se le buscan un poco las cosquillas, sobre todo en las manos, pero no resultan demasiado molestas y hacen sentir la moto como una parte de nuestro cuerpo. Por supuesto que muy lejos quedan las apuradas de frenada y las fuertes inclinadas. Aquí lo que se trata es de disfrutar del trayecto, de acaparar miradas, y de hacer sentir cierta nostalgia al público más veterano.
Sin embargo, es una moto ligera, no muy alta, y que gira muy bien, lo que le aporta una gran capacidad de maniobrar fácil en espacios reducidos. En los semáforos no es la más rápida, pero en la carretera se encuentra cómoda entre los 80 y 100 km por hora, suficiente para hacer vía con tranquilidad. La posición de conducción es confortable, con los brazos relajados y las rodillas arriba pero nada flexionadas. Y el cambio, que es un poco lento, en este caso no permite subir las marchas con el talón, un detalle que nuestro calzado agradecería pero que tampoco echarás mucho en falta.
A nivel de detalles cabe hacer mención de cierta imprecisión del indicador de reserva. Pones unos cinco litros de gasolina y, aún así, en las frenadas se enciende. Luego, en plano y especialmente en las aceleraciones, vuelve a apagarse. Es de agradecer la gran autonomía que ofrece, de casi trescientos kilómetros, así como el resto de detalles que a veces no son tan bienvenidos pero que son de lo más habitual en una moto antigua. O sea, que aquí no faltan un par de gotitas de aceite en el suelo (estaba en rodaje, y podría llevara más aceite de lo habitual), algunas imprecisiones del motor cuando aún no ha alcanzado la temperatura óptima de trabajo, o incluso ese calorcito en las piernas que, al menos en verano, resulta algo engorroso. Una moto, en resumen, con todo el carácter de las “British single” de antaño. Sea como sea, un regalo para nostálgicos.