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Prueba: Mercedes SLK 200 – Un roadster cuatro estaciones

Normalmente, los que se compran un descapotable lo hacen para poder disfrutar del verano y del sol.

Lo malo es cuando, tal y como ha ocurrido este año, la estación del año más cálida se transforma en una pesadilla y por todo el país se registran más episodios de chubascos y vientos huracanados que horas de sol y temperaturas agradables. Afortunados aquellos que en este no-verano cuentan ya con el nuevo Mercedes SLK. Desde hace mucho tiempo, los descapotables de Mercedes plantan cara a las inclemencias climáticas con calefacción en los asientos, deflector de aire, sistema anticorrientes de aire y calefacción integrada en el reposacabezas. Por esto no nos ha sorprendido que la tercera generación del SLK cuente con todas estas funciones, y muchas más. Sin embargo, en caso de lluvia toda la teoría se vuelve igual de oscura que el cielo e incluso los sopladores de aire tibio no pueden hacer nada en contra de la humedad. En estos casos lo único que se puede hacer es cerrar la capota.

Botón oculto

Aunque las primeras veces esta maniobra se convierte en todo un quebradero de cabeza por el simple hecho de que el botón previsto para tal efecto está estratégicamente escondido debajo de una tapa situada en el reposabrazos central, ¡y primero hay que encontrarlo! Para que este paso, que en el SLK dura aproximadamente 20 segundos, sólo funciona con el vehículo parado y reduce la capacidad del maletero de 335 a 225 litros, no suponga un trauma para los amantes de la conducción sin capota, a petición del cliente Mercedes equipa el SLK con un techo de cristal panorámico que incluso cerrado deja pasar mucha luz y es capaz de transmitir la sensación de estar conduciendo a cielo abierto.

Hay que reconocer que, en sí, no se trata de una verdadera revolución, ya que hoy en día existen otros fabricantes que cuentan con capotas con techo de cristal entre sus equipamientos opcionales. Sin embargo, Mercedes no sería Mercedes si a los suabos no se les hubiera ocurrido un detalle especial: el Magic Sky Control. Detrás de este nombre se esconde una función de oscurecimiento como las que sólo ofrecen Maybach o Ferrari y que, dependiendo de la incidencia de los rayos solares, oscurece automáticamente el cristal del techo para que el conductor no se deslumbre y el interior del vehículo no se caliente en exceso. A falta de sol, esta gran idea nos parece suficiente para compensar que este año la capota ha tenido que permanecer en su sitio la mayor parte del verano.

Extras bonitos y caros

No obstante, Mercedes ha fijado un precio bastante elevado para esta solución, concretamente 2.370 euros es el precio del techo Magic Sky Control. Si prescindimos de esta función de oscurecimiento, el precio del techo de cristal es de 480 euros. Al menos podemos decir que la capota rígida sí está incluida en el precio de acceso del SLK básico (38.675 euros) con el que realizamos la prueba. Sin embargo, por el deflector de aire, la calefacción integrada en el reposacabezas y los asientos calefactados también hay que pagar aparte (juntos aproximadamente 1.100 euros).

Como suele ser habitual, su precio puede alcanzar cifras astronómicas si no estamos por la labor de prescindir de ningún extra. De serie, el SLK cuenta con radio CD y sistema de aire acondicionado, pero la conexión USB, el sistema de navegación con acceso a Internet, la luz ambiente, los sensores de aparcamiento, el acceso sin llave, los grupos ópticos de xenón o las molduras embellecedoras de las puertas –completamente innecesarias, pero tanto más elegantes– con el nombre de Mercedes iluminado aparecerán en el apartado de equipamiento opcional de la factura final. Esto quiere decir que los amantes de los detalles podrán añadir sin problemas 15.000 euros al precio de compra, es decir casi un 40%.

Sin distracciones

Casi se podría insinuar que con todos estos accesorios innecesarios, que nada tienen que ver con la verdadera esencia de un roadster, lo que pretende la casa alemana es desviar la atención de los puntos débiles del SLK. Sin embargo, uno tiene que analizar con verdadera minuciosidad el conjunto para encontrar alguna de estas supuestas debilidades.

El interior del nuevo modelo de Stuttgart convence con un ambiente deportivo a la par que elegante. Los materiales y la calidad de los acabados cumplen con creces los requisitos impuestos por la marca, el manejo es simple –a excepción del ya mencionado botón de apertura del techo– y los asientos duros cumplen su compromiso con la comodidad en trayectos largos.

Chasis de serie bien equilibrado

La comodidad ha ocupado siempre un lugar destacado en el concepto de diseño del SLK, por lo que en lo que respecta al chasis este roadster demostrando su oposición a la tendencia de extrema dureza impuesta por algún que otro competidor. Y, de esta forma, en la tercera generación del SLK los suabos vuelven a sacrificar un cierto grado de deportividad a favor de una configuración estándar extremadamente armónica que le permite rodar suavemente sobre el asfalto y que, en el día a día, proporciona a los ocupantes más placer que un par de km/h más en curva.

Sin embargo, los que consideren este punto especialmente importante siempre pueden decantarse por el chasis deportivo o quizá encargar directamente el paquete dinámico por un precio de 1.400 euros. Con tan sólo pulsar un botón los amortiguadores y la dirección se endurecen y el sistema de frenos Torque Vectoring –una especie de sustituto del diferencial– aumenta aún más la dinámica del conjunto con intervenciones precisas sobre la rueda que traza el interior de la curva. Lo bueno es que, una vez saciada la sed de deportividad, podemos regresar tranquilamente al modo suave.

Mejor no cambiar

Este estilo de conducción más sosegado se adapta a la perfección a la mecánica de acceso del SLK 200 que tuvimos el placer de probar y que resulta sumamente apropiada para rodar tranquilamente sobre cualquier superficie, aunque a ser posible siempre con la caja de cambios automática de siete marchas (2.400 euros), ya que el cambio manual de seis velocidades montado de serie nos recordó en ocasiones el famoso efecto bonanza que todos creíamos ya superado.

La variante menos potente de las tres que se comercializan en la actualidad desarrolla una potencia de 184 CV y un par motor máximo de 270 Nm, por lo que no se puede decir que al SLK le falte motor. El tiempo de aceleración es de 7,3 segundos y su velocidad máxima alcanza los 240 km/h, unas prestaciones a todas luces suficientes para el fin previsto.

Falta de espontaneidad

Y, sin embargo, el SLK 200 no se muestra tan espontáneo en la aceleración como cabría esperar a la vista de una carrocería claramente más deportiva que la de su predecesor. Con su gran parrilla, montada en posición casi vertical, sus estilizados y rasgados grupos ópticos y los elegantes pliegues del capó, el SLK presenta un semblante dinámico y atractivo que juega con la imagen de superdotado de su hermano mayor, el SLS.

Y en el plano acústico el SLK también promete mucho más de lo que cabría esperar de un cuatro cilindros con algo menos de dos litros de cilindrada. Sin embargo, su sonido redondo y profundo no procede directamente del motor, sino que se crea con la ayuda de un generador de sonido situado justo delante de la válvula de mariposa y que traslada determinados rangos de frecuencias directamente al habitáculo. Independientemente de esta pequeña trampa, el resultado se deja ver, perdón, oír.

Consumo moderado

El paso por la estación de servicio tampoco resulta muy traumático. Si bien los 6,4 litros registrados por el SLK en el ciclo normalizado son más un bonito sueño que una realidad, en la práctica este Mercedes tampoco se muestra muy exigente en este sentido. Nuestra unidad de prueba consumió en torno a los 8 litros a los 100 km. Y los que se decanten por el confort del cambio automático podrían incluso disfrutar de un consumo inferior, concretamente 0,4 litros menos según el ciclo de prueba.

Conclusión

Está claro que los roadster han sido concebidos para conducirlos a cielo abierto y hay que reconocer que su mejor aspecto lo lucen cuando la capota se queda guardada en el garaje. Sin embargo, si el tiempo no colabora el Mercedes SLK ofrece la solución perfecta, el Magic Sky Control, que compensa al menos el hecho de tener que estar sentado debajo de una cúpula de cristal. No obstante, no debemos olvidar que su precio no es apto para todos los bolsillos.

En cualquier caso, y dado que la lista de precios ofrece numerosas opciones, nuestra recomendación es para el modelo básico SLK 200 que, pese a no poseer el temperamento más vivaz, resulta más que suficiente. Además, los 5.500 euros que nos ahorramos con esta versión –en comparación con la variante más potente, el SLK 250– podemos invertirlos tranquilamente en algunos extras que nos permitan incrementar el confort.

(Los precios y equipamientos reflejados en el artículo corresponden con el mercado Alemán)

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