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Prueba: Mercedes-Benz S 250 CDI – Una oveja en la piel de un lobo

En el carril izquierdo de las autopistas suele regir la ley del más fuerte, al menos si uno se deja amedrentar por maniobras de adelantamiento a corta distancia o impertinentes intermitentes y ráfagas de luz.

En este sentido, es buena noticia que podamos contar con un Mercedes Clase S que goza del respeto de los más atrevidos y que, gracias a una excelente progresión, es capaz de mantener de forma fácil y sin esfuerzo su buena posición. Sin embargo, la nueva versión de cuatro cilindros del S 250 CDI no es capaz de cumplir del todo esta promesa de soberanía. Desde finales de los años 80 se puede decir que los modelos alemanes de clase superior han estado siempre equipados con motores ejemplares cuya calidad y potencia aumentaban con el tiempo. En esta carrera, los propulsores de doce cilindros del A8, el Serie 7 o la Clase S han ido decayendo hasta convertirse en meros productos para las masas para los fabricantes de coches de lujo. Sin embargo, las directrices europeas fueron poco a poco poniendo coto a esta espiral de potencia. Mercedes ha sido la casa que ha reaccionado de forma más radical a las futuras normativas y, por primera vez desde los años 60, lanza al mercado un modelo de la Clase S con una mecánica diésel de cuatro cilindros con el objetivo de destacar con unas cifras de emisiones de CO2 y un consumo acorde a nuestros días.

Este propulsor de 2,1 litros es un viejo conocido, ya que se utiliza con diferentes niveles de potencia, que oscilan entre los 120 CV y los 204 CV, en muchos de los modelos más pequeños de la casa teutona. En su versión más potente, este turbodiésel entró a formar parte de la Clase C en el año 2008 y, desde 2011, también se puede ver en la Clase S, aunque exclusivamente en combinación con un cambio automático con convertidor de siete velocidades y un sistema de arranque y parada de serie.

Una oveja con piel de lobo

Estéticamente resulta imposible darse cuenta del régimen piromecánico al que ha sido sometido el buque insignia del fabricante de Stuttgart. En realidad, su aspecto elegante, macizo y representativo, así como sus enormes ruedas y sus dos imponentes salidas de escape hacen suponer un nivel de potencia bastante elevado. Sin embargo, tan sólo la inscripción «250 CDI» es un claro indicio a una renuncia.

Pese a todo, en un primer momento a los ocupantes les resultará imposible percatarse de la nueva realidad. El habitáculo recibe a sus ocupantes con un paisaje en piel salpicado de elegantes inserciones en madera, mientras que el material plástico restante transmite un nivel de calidad máximo incluso en las esquinas más escondidas. Todos y cada uno de sus botones se pueden pulsar de forma precisa, multitud de detalles inteligentes completan la imagen de perfección total y, en conjunto, esta berlina de lujo emana elegancia y nobleza por cada poro de su piel.  En general, una armonía tan relajada y distendida que uno permanecería en su interior de forma indefinida, incluso si no queremos ir a ningún sitio.

Adiós a sus exquisitos modales

Y hablando de conducir, el motor turbodiésel de marcha suave se arranca mediante el tradicional giro de la llave de contacto. Gracias a un excelente aislamiento, el motor suena realmente amortiguado – como el de un machacado taxi de la misma marca–, aunque sus carencias se manifiestan por primera vez al parar en un semáforo, momento en el que el excelente sistema de arranque y parada detiene el motor y, de repente, el más absoluto de los silencios sorprende a nuestros oídos. En ocasiones, al pisar a fondo el acelerador –cuando el diésel gira a máximas revoluciones–, éste regresa a la palestra con un sonido claro y penetrante. Sin embargo, mientras rodemos tranquilamente entre el tráfico de la ciudad no tendremos la oportunidad de escuchar su propulsor, lo que quizá convierta a la versión más eficiente de la Clase S en todo un oasis de silencio y tranquilidad para ejecutivos estresados.

Además, su propulsión no transmite sensación de falta de potencia, ya que su imponente par motor de 500 Nm armoniza a la perfección con su cambio automático de siete velocidades que lo transmite con eficacia a las ruedas traseras. Esta caja automática gestiona la fuerza de forma especialmente inteligente y suave, los cambios de marchas son livianos y, pese a todo, suficientemente cortos y en lugar del efecto turbo, lo que casi siempre se percibe con claridad es su contundente par motor. Aquellos a los que les guste pasear tranquilamente estarán muy contentos.

Animado, pero no rápido

Con todo, el S 250 CDI se muestra bastante dinámico. Esta berlina de 2 toneladas de peso registra un tiempo de aceleración de 8,2 segundos, permite una potente progresión a lo largo de su amplia horquilla de velocidades y al pisar a fondo el pedal del acelerador los ocupantes sentirán cómo se hunden suavemente en los cómodos asientos de piel. A partir de los 200 km/h el aumento de velocidad se vuelve más moderado y precisa de un gran impulso para alcanzar su velocidad máxima fijada en 240 km/h.

Y aquí reside el verdadero problema. Si bien con el S 250 CDI se dispone de un motor suficientemente potente para cualquier situación de la vida y de conducción, éste no se encontrará a gusto circulando por el carril izquierdo de la autopista y en más de una ocasión no quedará más remedio que ceder el paso a algunos automóviles de clases inferiores. Esta circunstancia, en sí, no resulta tan grave, pero quienes tras el volante de un Clase S deseen ver cumplido el sueño de soberanía absoluta y, además, pretendan impresionar –y, por qué no, pararles los pies– a otros usuarios de la vía pública con su extraordinario rendimiento, no harán buenas migas con el 250 CDI. Desgraciadamente, en la práctica el cuatro cilindros es incapaz de cumplir la promesa de la Clase S y con mayor frecuencia de la que nos gustaría nos veremos abocados a sufrir los vilipendios de los más fuertes.

Mejor sin la inscripción en la zaga

Al menos durante nuestras pruebas por autopista nos sentimos en más de una ocasión extrañamente acosados por los vehículos que circulaban por detrás de nosotros, como si algún que otro conductor de un Serie 3 sintiera de repente la imperiosa necesidad de dar su merecido a un Clase S. Es muy posible que la inscripción «250 CDI» en la zaga indicase a algunos estresados sociópatas del carril izquierdo que podían medirse tranquilamente con un Clase S. Por este motivo, nuestra recomendación es prescindir por completo de la denominación del modelo.

Sin embargo, sí recomendamos encarecidamente la nueva motorización básica de la Clase S, ya que si tenemos en cuenta sus buenas prestaciones y la clase en la que se enmarca, ésta hace un uso más que eficiente del combustible. La cifra media oficial es de 5,7 litros, algo que en la práctica sólo se consigue con un estilo de conducción extremadamente comedido. Con todo, incluso durante los tramos de autopista en los que rodamos a mayor de velocidad nuestro consumo real se mantuvo a un nivel relativamente moderado (7,2 litros). Al menos el depósito fue suficiente para recorrer unos 1.000 kilómetros y, por lo tanto, al final la factura de la estación de servicio fue gratamente baja. Incluso utilitarios claramente menos potentes con motores diésel más pequeños se mueven en la práctica al mismo nivel de consumo que el S 250 CDI.

Ninguno es más eficiente que él

De esta forma, este Clase S perteneciente a la clase superior es el modelo más eficiente hasta la fecha, ya que las versiones más eficientes del Audi A8 y del BMW Serie 7 consumen aproximadamente 1 litro más. En ambos casos, eso sí, con motores de seis cilindros más potentes. Casi con total seguridad la casa Mercedes es la pionera en esto de la reducción de cilindrada en la clase superior y los competidores alemanes directos no tardarán en seguir su ejemplo con versiones de cuatro cilindros aún más eficientes.

Sin embargo, existe otra razón a favor del S 250 CDI. El nuevo modelo básico cuesta «sólo» algo menos de 72.000 euros y, por lo tanto, es 5.000 euros más barato que la que hasta ahora era la versión básica, el S 350 BlueTec. Lo que también sorprende gratamente es que la Clase S, tradicionalmente más cara en comparación con sus competidores, es ahora capaz de ganarle la partida del precio al Serie 7, el Audi 7 y el XJ. Tan sólo el VW Phaeton es, en su versión 3.0 TDI, casi 4.500 euros más barata, si bien consume 3 litros más que el S 250 CDI con unas prestaciones similares.

También puede costar más de 100.000 euros

Con todo, los 72.000 euros del S 250 CDI son más bien algo teórico. Si bien el equipamiento de la versión básica es bastante completo, la amplia oferta de componentes opcionales de lujo, seguridad y funcionalidad es tan atractiva que lo mejor es calcular una cifra de cinco dígitos adicional para todos los extras. Y tampoco supone ningún problema disparar el precio del Clase S de cuatro cilindros hasta un importe de seis cifras.

No obstante, los que se hayan enamorado de este motor de cuatro cilindros potente –y convincente incluso en el buque insignia de Mercedes– pueden hacerse con él a un precio bastante más económico. Así, el Clase C 250 CDI tan sólo cuesta 39.000 euros y, además, es más potente en el arranque y con un consumo de 4,8 litros se muestra sumamente moderado si tenemos en cuenta sus prestaciones.

Conclusión

Unas buenas prestaciones, una autonomía de más de 1.000 kilómetros, el consumo más bajo –con diferencia– en su segmento y un precio básico relativamente económico. Visto así, existen algunas buenas razones para decantarse por el nuevo S 250 CDI. Sin embargo, se trata de un automóvil de clase superior que, en realidad, también constituye un símbolo de soberanía absoluta en lo que a su propulsión se refiere. Lamentablemente, esta versión de cuatro cilindros de la Clase S, aunque completamente razonable y actual, no es capaz de cumplir esta expectativa con la suficiente contundencia.

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