Hablar del GLC es hacerlo del modelo más vendido de Mercedes-Benz en los dos últimos años, algo que pone en valor el cambio de tendencia que han tenido fabricantes históricamente relacionados con las berlinas, como pueda ser incluso el caso de BMW o Audi. En este caso, la firma de la estrella acaba de lanzar al mercado la segunda generación de este best-seller y lo ha hecho manteniendo las mecánicas diésel en su portfolio, una decisión que para muchos puede resultar contraproducente pero que tiene mucho de lógico como te vamos a mostrar en esta videoprueba.
Pero antes de entrar en el apartado mecánico, déjame que te detalle de nuevo lo que ha cambiado en el diseño de este GLC de nueva factura pues sus principales novedades ya te las mostramos en su primera toma de contacto. Y es que a simple vista parece más bien un restyling que una nueva generación. Mantiene su elegancia pero con elementos inéditos como los faros, con tecnología LED de fábrica y Digital Light en opción capaces de reproducir imágenes, una parrilla más grande con diferentes patrones en función del acabado, llantas de 19 o 20 pulgadas o una zaga estilizada que huye de la tira de LED.
Con todo, las dimensiones son ligeramente diferentes pues crece 6 cm a lo largo y reduce su altura en 4 cm lo que le permite cifrar unas cotas de 4,72 metros de longitud por 1,89 de anchura y 1,64 de altura. Como ocurría hasta ahora se puede elegir con carrocería SUV o con una Coupé de lateral más deportivo.
Continuidad visual
Más llamativo es el interior que se asemeja a los últimos productos eléctricos de Mercedes con un diseño moderno y digital en el que destacan las pantallas tanto del cuadro de instrumentos, de 12,3 pulgadas, como del monitor central, de 11,9. La primera tiene muchos menús personalizables mientras que la segunda, dispuesta verticalmente, se convierte en el centro de mandos al suprimir los comandos físicos (ambas se pueden manejar mediante los comandos del volante táctiles).
El funcionamiento es rápido e intuitivo pero hace falta un periodo de adaptación para saber manejarla en marcha aunque para eso tenemos el evolucionado sistema MBUX que ahora reconoce órdenes vocales más fluidas y naturales. Más pantallas: el enorme Head-up display proyectado en el parabrisas que simula una pantalla de 25 pulgadas ofreciendo una amplísima información.
De la calidad no hay nada que criticar pues esta nueva entrega del GLC sube un peldaño el listón, sobre todo si empiezas a llenarlo de opciones: desde molduras hasta tapizados pasando por la iluminación ambiental, con una opción dinámica que cambia de manera automática según circulamos. En cuanto a la habitabilidad, los 1,5 cm de más de su batalla (2,89 metros) mejoran el espacio para las rodillas. En lo que a confort se refiere tenemos climatizador independiente, salidas USB y respaldos reclinables hasta en 10º.
Si hablamos del maletero, crece 50 litros respecto a su predecesor alcanzando ahora los 600 litros situándose por delante de sus principales rivales que se quedan en 550 litros a lo sumo. Además de este gran volumen ofrece unas formas regulares e incluso tenemos un doble fondo bastante práctico que, eso sí no está disponible en las versiones phev.
Para largas distancias
Sí, porque este GLC es el más electrificado de la historia ya que no solo tiene alternativas híbridas enchufables sino también microhíbridas como precisamente esta que estamos conduciendo y que ya te hemos dicho que está asociada a un motor diésel. El sistema eléctrico tiene una batería de 48 voltios y un pequeño motor eléctrico de 23 CV que apoya al de combustión en algunas situaciones, pero también hace las veces de motor de arranque.
Por su parte, el diésel es un 2.0 de cuatro cilindros que declara 197 CV y 440 Nm de para para conseguir un 0 a 100 km/h de 8 segundos y una punta de 219 km/h. Se le nota quizá en exceso sonoramente en algunas fases, sobre todo en aceleraciones, pero es un motor con mucha fuerza y empuje. Se combina de serie con una transmisión de automática con convertidor de par de 9 velocidades que trabaja con suavidad pero que no tiene un enfoque muy deportivo.
Gracias a esta combinación mecánica, el GLC consigue registrar un consumo medio más que sobresaliente con un gasto obtenido de 6,5 l/100 km que si bien está lejos de los 5,2 l/100 km sí nos permite homologar una autonomía que rondará los 1.000 km, una auténtica barbaridad y que me permite recordaros la prueba del X1 también diésel con el que casi logramos dicho rango. En lo que a dinámica se refiere, ¡dale al play para saber cómo va este nuevo GLC!
En definitiva
Quien crea que no ha cambiado es porque no ha conducido ni conocido el nuevo GLC. Esperamos que en esta video prueba hayas podido descubrir que se una evolución en toda regla que ha sabido mejorar los puntos débiles de la anterior y enfatizar las fortalezas. Esto nos lleva a decir que si su predecesor ya fue el SUV premium más vendido, este tiene visos de serlo también. Más cuando el que quiera optar por el diésel verá cómo en el parabrisas tiene pegada la etiqueta ECO con la que, además, recorrer nada menos que 1.000 km entre repostajes.
Dicho esto, para optar por este GLC tendrás que tener una cuenta corriente holgada porque si bien la versión de acceso arranca en los 60.000 euros, para este 220d ya tienes que pagar casi 63.000 euros. Lo bueno es que la línea exterior AMG no tiene sobreprecio pero eso no quiere decir que no tengas opciones. DE hecho para calcar por esta unidad tendrás que gastarte otros 30.000 euros.