Pese a lo complicado que pueda parecer este elegante diseño, sus primeras ventas fueron relativamente buenas y la cuestión sobre el sucesor de esta variante aún marginal de la Clase E pasó a ser un mero trámite. En esta nueva reedición, la estética señorial resulta aún más evidente. A pesar de algún que otro detalle, la presencia del nuevo CLS es capaz de entusiasmar incluso al más reticente.
Más alargado, plano y con insinuantes curvas, el nuevo CLS emana elegancia y deportividad al máximo nivel, y su llamativa colección de LED incorporados a los grupos ópticos le confieren un aura prominente. Éste no es un coche corriente, sino una obra de arte muy elaborada que, gracias a sus enormes gomas y la pintura metalizada, es capaz de transmitir una clase y un dinamismo fuera de lo común. Podría decirse que su propietario es una persona innovadora a la que le gusta la deportividad y que, además, tiene dinero y buen gusto. Y uno también querría pensar que además se trata de alguien algo más joven que el típico conductor de un Clase E.
Con todo, lo que al propietario de un CLS no le puede faltar tampoco es una cierta inclinación a mostrarse en público de forma extrovertida. Ciertas proporciones de esta elegante carroza nos parecen algo exageradas, algunas líneas laterales demasiado dinámicas y una cantidad de LED en los faros realmente excesiva. Y, además, las proporciones tampoco parecen convencer desde todos los ángulos. El morro se presenta demasiado elevado y la zaga, con su particular diseño redondeado, resulta algo rechoncha. Y sin embargo se puede decir el nuevo diseño está, sin lugar a dudas, a la altura de las pretensiones del CLS: desmarcarse como alternativa dinámica y expresiva a sus hermanos de la Clase E que muestran una tecnología comparativamente más conservadora y, además, poder mirar a más de uno por encima del hombro con un toque de distinción casi aristocrático.
Elegante y algo estrecho
Su original aspecto entre deportivo y elegante también trae consigo algunas de las desventajas propias de los deportivos. El acceso resulta algo estrecho, lo que para una clientela algo entrada en años podría calificarse casi de desconsideración. La oferta de espacio también es insuficiente para un automóvil de su calibre. Pese a que la capacidad del maletero es de 520 litros, ésta se puede aumentar abatiendo el respaldo de los asientos traseros. Con todo, este compartimento resulta demasiado plano, algo que impide el transporte de determinados objetos.
Sin embargo, lo importante no son los valores prácticos de su interior, sino más bien la atmósfera pura y elegante con la que el CLS embauca y mima a sus ocupantes. El interior repleto de lujo y alta tecnología del CLS recibe a sus invitados anunciando una exquisita sensación de bienestar. Tanto los materiales como la tecnología son de máxima calidad, a lo que Mercedes ha sumado innumerables extras de confort, accesorios lujosos a la par que elegantes y multitud de sistemas de ayuda.
Muy cerca de una conducción autónoma
Y hablando de sistemas de ayuda. El programador de velocidad con regulación de distancia, cuyo funcionamiento no acaba de ser verdaderamente satisfactorio, frena y acelera el automóvil por sí solo. También hay disponibles un sistema de control activo de ángulos muertos, un indicador de la distancia de seguridad, un avisador de cambio involuntario de carril e incluso un detector de cansancio que avisa al conductor de que debería tomarse un descanso en el viaje. Su excelente sistema de navegación fácil de manejar muestra el camino de manera formidable. Gracias a estos detalles tecnológicos, hoy por hoy el CLS con equipamiento completo es el automóvil que más se aproxima a lo que conocemos como «conducción autónoma».
Sin embargo, estamos seguros de que el conductor de un CLS 350 BlueEfficiency querrá asumir el mando de vez en cuando, ya que llevar este coche al límite de sus posibilidades resulta extraordinariamente excitante. Pese a que el 350 de gasolina es el motor básico, esta potente mecánica proporciona una fuerza increíble que el CLS de 1,7 toneladas de peso sabe convertir de forma exquisita en propulsión.
Rodando a gran velocidad
Gracias a la tracción trasera, sus 306 CV y el par motor de 370 Nm disponible a 3.500 rpm son trasladados a las ruedas adecuadas para impulsar a este coloso hasta los 100 km/h en tan sólo 6 segundos. A partir de 250 km/h, la regulación electrónica pone punto y final a la diversión en términos de dinámica longitudinal, aunque hasta entonces este veloz buque insignia avanza con una sorprendente sensación de ligereza. Y lo que impresiona aún más es que incluso a velocidad máxima el CLS se mantiene bien asentado sobre el asfalto, sin salirse ni un milímetro de la trazada marcada, llegando incluso al límite acompañados de una acústica interior relajada.
Resulta impresionante la suavidad y serenidad con la que trabaja este seis cilindros de 3,0 litros de cilindrada, así como el sosiego que muestra su cambio automático a la hora de cambiar las marchas. Y como muestra un botón: rodando tranquilamente a una velocidad de 180 km/h utilizamos el regulador de velocidad para reducir de séptima a sexta con ayuda de las levas situadas en la parte trasera del volante y el resultado fue la total ausencia de cualquier reacción por parte del coche. La acústica del motor se mantuvo constante, no se produjo ninguna sacudida y la aguja del velocímetro se mantuvo impasible en su posición. Tan sólo la aguja del cuentarrevoluciones subió de las 3.000 a las 3.500 vueltas y el indicador de marcha pasó de D a 6. Con unos modales tan refinados, este seis cilindros, que si se lo propone puede sonar mucho más contundente, resulta un propulsor sumamente digno para la marca Mercedes y, sobre todo, para el elegante y feudal CLS. ¿Y un V8? No es necesario.
Pese a que el 350 es una máquina que invita a una conducción desenfrenada y sin límites, su consumo homologado le postula como un propulsor medianamente eficiente. En teoría parece que debería ser capaz de contentarse con 6,8 litros, pero en la práctica consumimos más de 10 litros. Si tenemos en cuenta que con gran probabilidad la mayoría de los trayectos del CLS se realizarán por autopista, dicho suplemento podría llegar a considerarse aceptable.
Una diversión cara
Nuestro CLS de configuración deportiva también causa una impresión sorprendentemente buena en lo que respecta a la dinámica transversal. La estructura orientada al confort de la Clase E sólo se deja notar en alguna que otra ocasión, mostrándose nuestra unidad de prueba mucho más directa y dura y asombrosamente voraz en curva. La dirección, libre de cualquier interferencia de la tracción, y su zaga, con clara tendencia al sobreviraje, ponen de relieve sus ganas de complacer al conductor. Seguramente la configuración extremadamente dura de nuestra unidad de prueba no sería del agrado de más de uno, pero el cliente tiene la posibilidad de elegir entre diferentes variantes de chasis. En este sentido Mercedes ofrece, entre otras cosas, la suspensión «Airmatic» (2.300 euros) gracias a la cual se pueden elegir diferentes modos de suspensión con tan sólo pulsar un botón.
En el aspecto ecológico la única crítica se debe a que el consumo del CLS 350 continúa siendo algo elevado, mientras que su política de precios no es apta para gente con problemas de corazón. Un Mercedes de diseño es sencillamente demasiado caro, tanto en lo que respecta a su adquisición como a su mantenimiento. Si a la versión básica – 67.600 euros – le añadimos algunos de los componentes de la inagotable lista de extras disponibles, entonces su precio bien podría alcanzar una cifra de 6 dígitos. A la vista de estos precios, estamos convencidos de que muy pocos conductores jóvenes podrán hacerse con un CLS.
Conclusión
Al igual que su predecesor, el nuevo CLS es, sin lugar a dudas, una cuestión de gustos, aunque el que se lo pueda permitir, demostrará tener buen gusto.