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Prueba: Ford Fiesta 1.0 EcoBoost 125 CV Titanium – El rey de la fiesta

Continuista por fuera y moderno por dentro, pero sobre todo adictivo. Así es la octava generación del Ford Fiesta que vuelve a confiar en un motor excepcional y una dinámica de conducción sin parangón, añadiendo el punto del diseño y de la tecnología. Nosotros lo hemos probado en profundidad.

Hay quien afronta la crisis de los cuarenta de múltiples formas en las que no vamos a entrar, salvo para comentar la de nuestro protagonista. Porque con 41 años cumplidos y camino de los 42, el modelo que aquí probamos se ha sometido a una cura de rejuvenecimiento exhaustiva. Ocho generaciones le contemplan, todas ellas consiguiendo introducir, en muchos casos, el germen de la conducción a cientos de miles de iniciados a este maravilloso arte. Un icono de la automoción made in Spain que ha conseguido cautivar a más de 11 millones de conductores en todo el mundo. Por si no lo habías notado ya, nos estamos refiriendo al Ford Fiesta.

Cambia más de lo que parece

El utilitario americano fabricado en Almussafes (Valencia) afronta esta octava entrega con un diseño que, a priori, puede parecer continuista, pero que en realidad ofrece muchos más cambios de los que a simple vista se refleja. Para empezar, es significativamente más grande que su predecesor, pues alcanza los 4,04 metros de longitud, es decir, que es 7,1 cm más, cota que acompaña de una anchura y una altura también mayores, llegando así a los 1,73 y 1,47 metros, respectivamente.

Un estirón que se combina a la perfección con una imagen dinámica y cautivadora, como la que preside la unidad que tenemos delante. Más allá de notar que estrena faros, con unos traseros que cambian su orientación –ahora son horizontales- y los delanteros ganan en estilismo, que la parrilla trapezoidal es ahora más afilada o que los paragolpes son algo más voluminosos, lo que realmente llama la atención es el nuevo color de la carrocería Azul Caribe (cuesta 650 €), que le otorga muchísima personalidad.

Nada que ver

Un carácter que se mantiene al acceder al habitáculo, donde percibiremos muchos más cambios. Aquí sí que notamos que este Fiesta merece el calificativo de nueva generación. Una generación cuya principal cualidad es la tecnología, pues la pantalla central de tipo flotante nos evoca a cualquier Tablet que tengamos en casa. Con 8 pulgadas (de serie viene una de 6,5) no solo cuenta con una resolución exquisita sino también con un funcionamiento digno de los smartphone actuales, con los que se sincroniza de forma rápida gracias al sistema SYNC3 que ha acabado por ser una referencia dentro de su segmento.

Además, gracias a ella se han eliminado los incómodos y poco vistosos botones de la consola central, consiguiendo que el Fiesta se perciba como un coche más moderno y más actual. Dones a los que une otra más importante todavía, la calidad. Porque el utilitario hispano-americano ha dado varios pasos al frente en este apartado. Toda la zona del salpicadero emplea plásticos blandos y agradables al tacto, mientras que los ajustes, salvo excepciones contadas como la guantera o el guarnecido del cuadro de instrumentos, son más que correctos. El volante también da sensación de solidez y aunque nos ha parecido algo más grande de lo habitual, su mullido es agradable y confortable. Solo las molduras en negro piano, tan ahora de moda, nos chirrían por lo sucias y poco vistosas que son, pero esto último lo decimos desde la completa subjetividad, ya que no somos nada seguidores de esta solución.

Comodidad, ante todo

Si nos centramos en la habitabilidad y el confort, todos los asientos tienen una sujeción excelente, destacando principalmente los delanteros, con cierto corte deportivo incluso. La butaca quizá es algo corta pero en lo que a respaldo y orejas se refiere, nos encajan a la perfección. La visibilidad es buena en todos los ángulos y su amplia regulación permite que cualquier conductor pueda adaptarse.

Detrás, el mismo confort, aunque penalizado por un hueco para las piernas algo justo. Le hemos medido 69 centímetros con el asiento del piloto situado para una persona de 1,79 metros, es decir, que es ligeramente más corto que un SEAT Ibiza o un Citroën C3. Solo es uno y dos centímetros, concreta y respectivamente, pero la sensación que tenemos es de menor espacio. Quizá sea porque la altura al techo sí es 7 centímetros inferior a la del Ibiza, dejándonos así únicamente dos dedos para que la coronilla toque el techo, ya que en lo que a rodillas se refiere aún nos sobran otros 7 centímetros para tocar con el respaldo de delante. En cuanto a la anchura, nada que resaltar, ni negativo ni positivo, pues el Fiesta es como cualquier otro rival de su categoría, está homologado para cinco pero lo más recomendable es que viajen cuatro.

Un poco más atrás, en el maletero, los 303 litros que ofrece se mueven en la mitad de la tabla, entre medias de los Toyota Yaris y C3, con 286 y 300 litros, y de los grandes reyes del segmento, los KIA Rio, Ibiza, Volkswagen Polo o Skoda Fabia, con 325 el primero y 355 de la terna del Grupo VAG. Tiene unas formas regulares y, sobre todo, bandeja inferior que puede situarse a dos alturas dejándonos así un doble fondo útil para guardar objetos de mayor valor. Eso sí, no viene con rueda de repuesto de serie, al menos nuestra unidad dado que equipaba el equipo de sonido B&O Play (950 €) y su hueco se destinaba a albergar el subwoofer.

La fuerza de tres

Bajo el capó, la opción escogida no ha sido otra que el afamado y sucesivamente premiado motor 1.0 EcoBoost. En el caso de nuestro Fiesta, en sus múltiples escalas de potencia, hemos escogido la versión de 125 CV (hay otras de 100 y 140 CV) por su excelente equilibrio entre eficiencia y respuesta. Tras rodar con él durante una semana entera, no hay peros que sacarle. Suena bien (no parece un tres cilindros), sube con agilidad de vueltas y notamos su empuje a partir de un régimen de vueltas bastante bajo. Puede que su fuerza no sea desmesurada, solo cuenta con 170 Nm, pero es más que suficiente para viajar con normalidad. Ahora bien, donde se moverá como pez en el agua es en rango de las 4.000 y las 6.000 vueltas.

En caso de necesitar un extra, la caja de cambios manual de seis relaciones se convierte en su perfecta aliada. Está enfocada a priorizar el consumo sí, pero el tacto y la suavidad con la que realizamos la reducción de marcha no consigue incomodarnos. Con todo, durante los más de 400 kilómetros que rodamos, el gasto medio se sitúo en unos buenos 6 l/100 km. Están lejos de los 4,3 que homologa, pero nos damos por satisfechos.

Dinámica ganadora

En marcha se le siente aplomado, seguro y confiado, gracias principalmente al aumento que han experimentado sus vías (30 mm más anchas delante y 10 mm, detrás). Por ciudad se mueve con soltura gracias a sus dimensiones, por carretera es confortable y por carretera secundaria… ¡ay! si esta es además revirada. No importa de qué generación del Fiesta hablemos que siempre habrá un nexo en común, el dinamismo.

Bien es cierto que la última que vez que lo probamos fue con su variante más prestacional, ST200 (de la que esperamos con ansias la nueva generación, también con un motor tricilíndrico por cierto), pero con una configuración más de calle, nos dibuja igualmente una sonrisa en la cara. Es rápido, pero sobre todo extremadamente ágil en el paso por curva. Giras volante y hace caso a la primera; hay un cambio de apoyo y responde a las mil maravillas. Si optamos por dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios y dejar de lado el gasto, con la aguja situada a 4.500 vueltas, gozaremos al volante. Ahora bien, si queremos satisfacción plena, quizá sea conveniente optar por el acabado ST Line, con una puesta a punto del chasis más nerviosa y deportiva, siendo únicamente 350 € más cara que nuestro Titanium.

Casi como un Focus

Un nivel que, si lo dejamos aparte del comentado ST Line y sobre todo del Vignale (con un enfoque aún más lujoso), se convierte en el top de la gama. Asociado a nuestro motor, cuesta 18.895 €, que para muchos puede resultar algo alto. Sin embargo, contamos con casi todo lo que nos haría falta para estar contentos: llantas de aleación de 16 pulgadas, faros traseros LED, tecnología que también se aplica a las luces diurnas, pantalla de 6,5 pulgadas, aire acondicionado, radio Bluetooth con sistema SYNC3, asistente MyKey que permite limitar algunas funciones del vehículo (como radio o velocidad) y que es especialmente útil para los padres, asientos de corte deportivo, sincronización móvil…

Ahora bien, si queremos optar por nuestra unidad, con elementos como el comentado color de carrocería, la pantalla de 8 pulgadas, tapicería de piel parcial, cristales traseros tintados, llantas de 17 pulgadas, acceso y arranque sin llave, elevalunas eléctricos traseros (sí, hay que pagar 125 € por ellos), equipo de sonido B&O Play, climatizador o algunos de los asistentes a la conducción que estrena, como el control de velocidad adaptativo, el control del ángulo muerto y la alerta por cambio de carril, habrá que realizar un desembolso de 4.250 €, elevando la factura hasta los 23.415 € que viene a ser lo mismo que cuesta un Focus ST Line con el mismo motor que nuestro Fiesta… Lo bueno es que Ford ofrece un descuento comercial elevadísimo, de 5.545 € que nos permitirá respirar y, sobre todo, disfrutar de un súper Fiesta.

¿Preparado para lo siguiente?

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