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Prueba: Ford B-MAX 1.6 TDCI – Un genio que no lo parece

Apenas llama la atención entre el tráfico rodado y, de momento, tampoco contará con ninguna singularidad estructural propia. El motivo de esta naturaleza es el parecido que guarda con el archiconocido C-Max y que lo convierte en una presencia discreta.

Tan solo al abrir todas las puertas nos damos cuenta del potencial que esconde. Gracias a la disposición y estructura de sus puertas el B-Max destaca entre la monotonía de su categoría. Además, y también gracias a ellas, este minimonovolumen ofrece ventajas concretas que ayudan sobre todo a los pasajeros de la parte posterior a la hora de acceder al mismo, pero que también resulta útiles para los ocupantes de las plazas delanteras en caso de que estos tengan que abrochar el cinturón a los niños que viajan atrás. No solo las prácticas puertas correderas facilitan el acceso a la parte posterior, sino que este pequeño modelo fabricado en Colonia carece de montantes B, por lo que este acceso sin obstáculos de 1,50 metros de ancho constituye con diferencia el acceso más cómodo existente en el segmento de los utilitarios.

Sin embargo, si no fijamos bien nos damos cuenta de que en realidad no es que falten los montantes B, sino que estos se han integrado de forma muy hábil en las puertas. Solo cuando las puertas laterales se cierran el montante B que se forma entonces proporciona una rigidez equiparable a la de una carrocería convencional. No obstante, la integración del montante B en las puertas ha traído consigo un pequeño inconveniente: las puertas son más pesadas y, por consiguiente, difíciles de abrir. Sin embargo, este pequeño esfuerzo de más se ve más que recompensado al abrir las puertas de ambos lados y contemplar espléndido el acceso que proporcionará al futuro propietario infinidad de facilidades.

Una superficie de carga de 2,35 metros

A pesar de todo, éste no es el único punto fuerte del B-Max, ya que a pesar de su carrocería de algo más de cuatro metros de longitud su interior es además espacioso y versátil. Así, el maletero bajo cuenta con un plano de carga ajustable con dos posiciones: una posición baja y otra al nivel del suelo del habitáculo. Por su posición elevada el compartimento de carga ofrece una capacidad de 318 litros, aunque con el respaldo del banco trasero abatido y el espacio de carga plano ésta aumenta hasta casi los 1.400 litros. Y si lo que queremos es transportar objetos más largos, entonces podemos plegar hacia adelante el respaldo del asiento del copiloto, lo que permitirá introducir en el B-Max objetos de hasta 2,35 metros de largo. De forma alternativa, en el B-Max también se pueden repantingar hasta cuatro pasajeros, puesto que ambas filas de asientos ofrecen suficiente espacio para ello.

Sin embargo, como conductor de un B-Max uno tiene que vérselas con alguna que otra singularidad. Debido a la peculiar solución aplicada al montante B los cinturones están integrados en el respaldo en una posición a la que resulta relativamente fácil acceder, pero por desgracia no se pueden regular en altura. Por lo demás, el conductor del B-Max dispondrá de un puesto de conducción algo difícil de comprender en el que sobre todo el manejo del sistema de información y entretenimiento exige un cierto periodo de aclimatación. Aunque una vez que nos hayamos hecho a él llega incluso a convencer, máxime cuando las funciones verdaderamente importantes muestran una organización convencional.

Potente progresión, menor consumo

Como viene siendo habitual últimamente en Ford el motor se arranca pulsando un botón y, en nuestra unidad de prueba, éste pone en marcha un motor diésel 1.6 de 95 CV con un sonido bastante soportable. Aparte de un pequeño efecto turbo su motor diésel gira de forma cómoda abriéndose paso con soltura a lo largo del rango de revoluciones, especialmente porque los 215 Nm disponibles a 1.750 r.p.m. una progresión bastante suave. Sin embargo, este minimonovolumen de 1,3 toneladas de peso no resulta tan ágil como se aprecia al principio. El tiempo de aceleración es de 14 segundos y la velocidad máxima no supera los 174 km/h. No obstante, el B-Max alcanza esta velocidad sin problemas e incluso la aguja del velocímetro llegó a alcanzar en ocasiones la marca de los 200 km/h.

El motor está asociado a un cambio manual de recorrido cómodo pero que tan solo cuenta con cinco relaciones de transmisión. Aunque tenemos que reconocer que no echamos demasiado en falta una sexta marcha, máxime cuando además resulta bastante eficiente sin esta relación adicional cuyo principal objetivo es ahorrar combustible. Según datos oficiales el consumo es de 4,0 litros, mientras que nuestras pruebas demostraron que el consumo real se sitúa 1,3 litros por encima de esta cifra.

Cómodo y divertido

Uno de los aspectos más destacados del B-Max es su excelente tren de rodaje. La subestructura del derivado del Fiesta se muestra extraordinariamente equilibrada. La unidad de prueba equipada con gomas de invierno de 15 pulgadas no perdió en ningún momento sus buenos modales y nos premió con un confort ejemplar para tratarse de un utilitario. Además, este minimonovolumen resulta especialmente divertido a la hora de trazar curvas, una disciplina que parece dominar a la perfección aunque siempre con una inclinación demasiado evidente para nuestro gusto. Tanta agilidad en un utilitario concebido como automóvil familiar ofrece un potencial de diversión inimaginable.

No es ninguna ganga , pero tampoco es caro

Lo que tampoco resulta muy atractivo es la política de precios, al menos si uno desea tener un B-Max con un nivel de equipamiento equiparable al de nuestra unidad de prueba. Los precios del 1.6 TDCi arrancan en los 19.100 euros, aunque por este precio solo podríamos hacernos con el equipamiento «Trend» que presenta verdaderas carencias. Para conseguir la siguiente línea de equipamiento «Titanium» habría que invertir 2.000 euros más, aunque ni siquiera la versión tope de gama «Individual» (22.400 euros) cuenta con todos los extras disponibles. Con el sistema de prevención de accidentes Active City Stop, el parabrisas calefactable, el techo panorámico y el paquete Cool & Sound III con un equipamiento multimedia superior habríamos alcanzado ya la cifra de 25.000 euros.

De esta forma, el B-Max se sitúa más o menos al mismo nivel que sus competidores europeos. Un Opel Meriva o un Fiat 500L cuestan prácticamente lo mismo equipados con motores diésel equiparables. Las alternativas más baratas las encontramos entre los coreanos. En este apartado destaca el Kia Venga que con una mecánica diésel de 90 CV está disponible a partir de 17.680 euros. Sin embargo, con ninguna de las demás ofertas –independientemente de la que elijamos– conseguiremos un concepto de puertas tan práctico, lo que convierte al B-Max en una opción especialmente atractiva.

Conclusión

Gracias a sus puertas y a la práctica ausencia del montante B el pequeño B-Max se ha convertido una toda una sensación. El acceso especialmente ancho y libre de cualquier obstáculo ofrece no solo resulta sumamente llamativo, sino que además ofrece unas cuantas ventajas concretas a la hora de entrar y salir del vehículo. Y los inconvenientes que esto trae consigo no parecen tener gran peso.

Por lo demás, el B-Max se perfila como un minimonovolumen casi convencional que pese a sus menores dimensiones exteriores presenta una buen oferta de espacio y, por este motivo, resulta sumamente recomendable para pequeñas familias.

Otros de los puntos fuertes del B-Max 1.6 TDCi son la gran capacidad de aceleración y la notable eficiencia de su propulsor, así como un tren de rodaje de exquisito reglaje que aúna de forma óptima confort y dinámica. Y todo esto por un precio competitivo. ¿Se puede pedir más?

*Los precios y equipamientos reflejados en este artículo corresponden al mercado alemán.

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