Se da con frecuencia, entre los aficionados a los automóviles, una compulsión consistente en agarrar un listado de precios y repasarlo minuciosamente, por milésima vez, a la búsqueda de 'algo'. ¿De qué? De ese coche barato pero potente que podría haber desfilado sigilosamente ante tus ojos las últimas mil veces que realizaste el ejercicio sin que repararas en él. Esto sucede, por ejemplo, con el Nissan Juke 1.6 Turbo de tracción delantera, que cuesta 22.750 euros. Vale, es un Juke, el hermano pequeño del Qasqhai, con el mismo enfoque pero en un formato más urbano. Corto, alto y, cuando menos, desgarbado –sobre todo por culpa de su parte delantera, con esos faros ‘saltones’–. Pero tiene 190 CV...
Bien, necesitamos un rival. ¿Y a quién llamas cuando precisas una referencia en casi cualquier aspecto? Exacto: a un alemán. A un Mini Countryman. Sí, vale, es británico, pero no nos engañemos: en las cabezas de sus tornillos están estampadas las siglas BMW. Esta variante, de 4,11 m de largo, va un poco en contra del concepto original, ya que lo de llamarse 'Mini', con semejante tamaño, suena a broma... No obstante, desde su lanzamiento en el año 2010, se ven cada vez más unidades por la calle... y la buena noticia es que se puede elegir con el apellido Cooper S, lo que implica cierto grado de diversión asegurada –a pesar de su formato 'todo camino'– y 184 CV.
Al Mini se le da bien llamar la atención
El primer contacto visual con nuestro Mini de pruebas me deja en shock, ya que luce unos vinilos que rinden homenaje a la victoria de un Mini Cooper S en el rally de Monte Carlo de 1964 –obviamente, participaba con el dorsal 37–. Quitando este adorno, el Countryman resulta atractivo. Bueno... mis compañeros opinan que su silueta acusa cierto ‘sobrepeso’; que está algo regordete. Como buen Mini, se puede personalizar hasta el infinito a base de pagar y, en este caso, las atractivas llantas negras de 18’’ suponen 1.238 euros, los faros delanteros adicionales otros 250 euros, la pintura metalizada 434 euros...
En el habitáculo es donde se perciben mejor las ventajas de su aumento de tamaño, con un espacio trasero generoso para dos adultos y un maletero que llega hasta los 350 litros, lo que permite transportar el equipaje de todos los ocupantes –en las versiones de tres puertas, algunos clientes usan los asientos traseros para colocar 'los bultos' que no caben en el reducido maletero–. Tengo que reconocer que muchos accesorios del catálogo de opciones son una 'monada', y en mi caso pagaría por tener el adorno en la parte inferior del volante deportivo –52 euros– o el pomo ergonómico de la caja de cambios –70 euros–, ambos rematados en símil de fibra de carbono.
La postura de conducción se ve afectada por el aumento de altura –en un Mini normal resulta muy agradable el hecho de ir sentado casi a ras de suelo–, aunque los amplios reglajes tanto del asiento como del volante procuran una comodidad destacable.
La calidad de los materiales resulta bastante buena y los ajustes son correctos, aunque en las zonas más apartadas de la vista –como la región inferior del salpicadero o aquella donde el techo se une con el parabrisas– están menos cuidados. Y llegamos a lo más ‘divertido’ del Mini: la ergonomía, con una disposición de mandos absolutamente aleatoria –algunos están en el techo, otros 'enterrados' bajo los del climatizador...–, aunque con soluciones tan atractivas como los interruptores inspirados en el mundo aeronáutico para accionar, por ejemplo, las ventanillas –algo que, por cierto, desaparecerá en el modelo 2013, donde estos mandos pasarán a situarse en las puertas–.
Técnica. Me suena
Construido sobre la plataforma Nissan B que, entre otros, es empleada por modelos como el Renault Clio, el Juke con tracción delantera emplea un eje trasero con barra de torsión que muestra una agilidad encomiable. Sin embargo, la variante con tracción total –viene asociada obligatoriamente al cambio aut., desde 24.250 euros– emplea el esquema multibrazo heredado del Nissan Qashqai; se trata de un sistema más sofisticado y eficaz, aunque roba espacio al maletero –pasa de 251 a 207 litros– e incrementa el peso en 140 kg.
Recordábamos un motor más capaz
Inserto la llave con forma de galleta en el hueco pertinente y pulso el botón de arranque. El motor 1.6 turbo se pone en marcha con un sonido sugerente, muy conseguido, y que incita a correr a poco que des unos ‘toques’ al acelerador. El Juke inicia el recorrido delante de mí con mi compañero Miguel a bordo. Dejo una distancia prudencial respecto a él para no tener ningún percance y encaramos un tramo desierto de carretera secundaria con asfalto de diferentes ‘texturas’, curvas de todo tipo y, sobre todo, un carrusel de cambios de rasante que ponen a prueba hasta los más valientes.
La respuesta del Mini es enérgica desde apenas el ralentí, y gana velocidad con suficiencia. Nunca habrás leído una crítica por nuestra parte hacia este fantástico motor –probablemente el mejor de su clase a la hora de combinar prestaciones y consumo–, aunque montado en el Countryman no resulta tan brillante como en otros modelos más livianos. El Mini alcanza los 1.385 kg, que tampoco es una cifra desorbitada, pero desde luego no transmite la sensación de aceleración que otros coches más pequeños, como el Citroën DS3 o el propio Mini de 3p. Con este ligero hándicap, me cuesta seguir al Juke en los tramos rectos, y tengo que apurar cada marcha para no perderle de vista. El sonido del motor es fantástico, algo que hace que apague el equipo de audio, a pesar de que este cuenta con unos potentes altavoces del especialista Harmann Kardon –cuestan 842 euros y merecen la pena–. El cambio manual de seis velocidades tiene un tacto preciso, aunque los recorridos de la palanca resultan algo largos, sobre todo si se pretende practicar una conducción deportiva –como es el caso–.
Las primeras curvas me las tomo con calma, intimidado por la posición alta en la que me encuentro y, también, porque el Juke está poniendo en aparentes problemas a Miguel –más tarde, entenderemos por qué–. Tal y como recordaba de sus hermanos, la dirección con asistencia eléctrica resulta muy directa así que, una vez le coges el ‘tranquillo’, resulta adictiva. Basta 'pensar' en mover el volante, y el Mini se inscribe en el giro como una bala. La suspensión, bastante firme, contiene los movimientos de la carrocería y, aunque echo de menos la agilidad de sus hermanos pequeños, se mantiene cierta diversión en los cambios de apoyo, a pesar de que siempre predomina la tendencia a deslizar del eje delantero. En este tramo revirado, me 'echo encima' de la trasera del Juke, y mi compañero me hace señales para que lo adelante.
Técnica. Buena mezcla
La plataforma sobre la que se asienta el Countryman se conoce internamente como R60. En realidad, se trata de una combinación de la parte delantera de un Mini Clubman –código R57– con la de un BMW Serie 3 Touring con tracción total xDrive –código E-91–. El resultado es un coche bastante eficaz para su altura. Una versión revisada y actualizada de esta plataforma 'híbrida' la empleará el próximo BMW X1, que saldrá al mercado en el año 2015. Con todo, este Countryman es el modelo más práctico de la gama.
No sólo hace falta un motor para correr
Miguel me hace un gesto con el dedo de que todo está bien, por lo que sigo ‘tirando’. Cada vez me aproximo más rápido a los giros y freno más tarde. Poco a poco, y ayudado sin duda por la eficacia con la que la tracción total del Mini –delantera en su rival– actúa a la salida de las curvas, las curiosas luces del Juke se alejan en el retrovisor.
“¿No tendrás un autoblocante por ahí a mano?”, me pregunta irónico Miguel cuando paramos. Después de observarle mientras me seguía, entiendo perfectamente a lo que se refiere. El Juke no es capaz de traccionar correctamente cuando giras el volante y pisas el acelerador al mismo tiempo, ya que la potencia se ‘escapa’ por la rueda interior, generando una estela de humillo y cierta tendencia a seguir recto. “Es una pena, porque es muy divertido”, asegura mi compañero.
Y ya que hablamos del Juke, el de nuestra prueba pertenece a la edición especial Kuro, limitada a 150 ejemplares y que exteriormente resulta identificable por las llantas de 17’’ en negro brillante –igual que la carcasa de los retrovisores– y el color granate metalizado. La tirada fue tan escasa que ya se agotó... si bien ha ocupado su lugar el Juke Shiro –otras 150 unidades...–, que esencialmente es lo mismo –aunque un poco más caro–. Y, en ambos casos, nada en el exterior da una pista del potencial de este coche.
Dentro hay menos espacio que en el Mini –y eso que le saca 2 cm de longitud; mide 4,13 m–: detrás hay menos hueco para la cabeza y las ventanillas, algo pequeñas, no ayudan a incrementar la sensación de amplitud. Lo mismo sucede en el maletero, que se queda en 251 litros frente a los 350 l de su rival.
El lugar destinado al conductor resulta atractivo, con una instrumentación clara y fácil de consultar –en el Mini, el velocímetro está en el centro, así como el indicador del nivel de combustible...–, unos mandos bien emplazados y una visibilidad correcta. Sin embargo, la postura de conducción es mejorable ya que el volante sólo cuenta con regulación en altura –no en profundidad– y, con los brazos bien colocados, mi rodilla derecha roza con la consola central.
El motor que monta este Juke es pariente del 1.6 turbo de 300 CV que Nissan proporciona a la escudería Nissan Deltawing Racing para propulsar a su 'loco cacharro' de competición, ese prototipo con pinta de batmóvil que disputó Le Mans este año. Dicho así, suena trepidante, pero lo cierto es que cuando lo arrancas parece uno vulgar y corriente. La palanca del cambio manual de seis marchas está en una posición elevada y queda a mano; inserto primera, suelto el embrague rápido mientras acelero y la luz de control de tracción no para de destellear. Los desarrollos son muy cortos y, cuando pasamos de las 1.800 rpm, el propulsor se ‘enrabieta’ y comienza a empujar con mucha fuerza. Segunda, tercera, cuarta... ¡qué divertido, es como un molinillo! La sensación de aceleración es mayor que en el Mini –el Juke sí cumple la cifra oficial 0 a 100 km/h en 8,3 seg.–.
Asimismo, la recuperaciones en marchas largas resultan impresionantes y el único 'pero' es que el sonido del propulsor no enamora como en el Mini. Además, en autopista siempre va muy revolucionado, lo que también repercute en un consumo más elevado –el consumo medio real ronda los 9,5 l/100 km, mientras que el Mini se queda en 8,5 l/100 km–.
En las primeras curvas, el Juke demuestra que es un coche más nervioso que el Mini. La suspensión, más bien seca, impide que la carrocería se incline, pero con asfalto en mal estado hace que el coche se muestre un poco rebotón, lo que resta confianza. La dirección es menos precisa y directa que la de su rival, lo que provoca que haya que realizar algunas correcciones. Sin embargo, todas estas pequeñas deficiencias son ‘pecata minuta’ al lado de la falta de motricidad del tren delantero a la salida de curvas más lentas. Esa era la razón por la que Miguel no podía seguir mi ritmo con el Mini. Al salir acelerando de un giro cerrado, el neumático interior comienza a patinar de manera descontrolada –el control de tracción hace lo que puede– restando eficacia e, incluso, generando cierto grado de frustración.
Entonces, ¿cuál comprar? Para no andarnos con rodeos... el Nissan Juke. Es cierto que el Mini gana por comportamiento dinámico, relación prestaciones/consumo, imagen premium, practicidad, comodidad y su tracción total. Sin embargo, el Nissan viene con un equipamiento de serie completísimo –lleva navegador, cámara de visión trasera...– y el precio de esta edición especial es de 22.750 euros –la Shiro, que es la que se encuentra en concesionarios, es un poco más cara: 23.200e–, lo que supone 6.200 euros menos que el Countryman Cooper S –que cuesta 28.950 euros–. Una diferencia insalvable, por mucho glamour que atesore el Mini en el logotipo que luce en el capó.