Y nuestra pregunta es inevitable: ¿estará el modelo de Stuttgart a la altura del Jaguar XK descapotable? ¿O son los dos irremediablemente diferentes? Los hechos son evidentes –y no se decantan precisamente a favor del Mercedes. Su seis cilindros apenas cuenta con una cilindrada de 3,5 litros, un motor que en condiciones óptimas tan solo llega a desarrollar 306 CV y un par motor máximo de 370 Nm a 3.500 revoluciones. Evidentemente, cualquier conductor de un modelo de masas mataría por estas prestaciones, pero para el que se siente tras el volante de un XK descapotable estas cifras solo provocarán una sonrisa sarcástica.
Siempre y cuando, eso sí, el conductor del Jaguar sea consciente de que debajo del alargado capó de su deportivo gira un V8 de cinco litros capaz de generar una potencia de 385 CV y, lo que resulta más doloroso, un par motor de 515 Nm –unas cifras que al conductor del Mercedes seguramente le quitarán las ganas de batirse en duelo.
No hay nada decidido
Bien por aquellos que no se dejan intimidar sin más por un par de cifras ya que a pesar de que el Mercedes no cuenta siquiera con una ventaja en el peso (ambos pesan aproximadamente 1,7 toneladas) a este Jaguar realmente potente en el arranque le cuesta más deshacerse de él de lo que cabría esperar. Sin embargo, los anglófilos no tienen que temer por su título, ya que con un tiempo de aceleración de 5,6 segundos el Jaguar cruza la meta por delante de su competidor alemán. A pesar de todo, la hábil interacción del V6 de régimen elevado y respuesta directa, el rápido cambio automático de siete velocidades y unas relaciones de transmisión bien elegidas permite al Mercedes alcanzar los 100 km/h poco después, concretamente tres décimas de segundo después.
Y poco puede hacer al respecto el V8 del Jaguar con su frívolo golpeteo que a medida que aumentan las revoluciones al ritmo marcado por un cambio automático de ocho velocidades blando como la mantequilla se convierte en un verdadero y profundo bramido que retumba en las entrañas de sus ocupantes. Sin embargo, el V6 del Mercedes cuyo sonido es más discreto no se deja ni impresionar ni asustar por ello. Máxime cuando ambos tienen la misma velocidad punta de 250 km/h limitada de forma electrónica en ambos casos.
Fuerzas insospechadas
El SL 350 revela unas fuerzas insospechadas, pero no solo en las rectas –en general este roadster fabricado en Bremen se muestra mucho más en forma que el Jaguar. Éste último no da en ningún caso la sensación de ser un descapotable de 4,80 metros de longitud, ya que permite trazar las curvas con una ligereza sorprendente, pero en lo que respecta a la maniobrabilidad el Mercedes –20 cm más corto– no tiene quien le tosa. Además, los amortiguadores adaptativos del SL equipado de serie y que se accionan pulsando un botón le permiten mostrarse todavía más ágil en curva. Si en modo normal el trazado de la curva resulta suave y preciso, en modo deportivo su comportamiento direccional es simplemente excepcional. Además, como opción está disponible el sistema Active Body Control que permite estabilizar el balanceo y que impide cualquier inclinación lateral.
El Jaguar también cuenta con amortiguadores adaptativos a bordo, aunque en este caso el conductor no tiene ningún control sobre los mismos. El sistema ajusta la configuración de forma individual e ininterrumpida a las condiciones de la calzada en cada momento. Lo que sí se puede ajustar es la gestión del motor y del cambio, que con la ayuda de un botón en el que aparece pintada una bandera a cuadros se puede elegir una configuración más agresiva. Sin embargo, en comparación directa con el SL el Jaguar sigue siendo más bien un modelo para planear.
Dos filosofías
A pesar de que en su día uno de sus antepasados logró una victoria en Le Mans, el XK encarna como ningún otro descapotable el espíritu de la buena vida, el placer y el saber vivir. Y también es cierto que ni siquiera un roadster casi perfecto como el SL puede competir con esa imagen que transmite el XK de un apuesto dandi que recorre las carreteras de la Costa Azul a bordo de este impresionante roadster británico para hacer un alto en el camino a tomar un café en Monte Carlo y regresar de nuevo a cenar a Saint-Tropez. ¿Que en el Mercedes molesta menos el viento? ¡Qué más da! ¿Que el SL tiene unos acabados mejores y es más fácil de manejar? ¡A quién le importa! ¿Que el modelo de Stuttgart cuenta con más tecnología y asistentes que cualquier otro? Quién necesita algo así cuando uno tiene un pañuelo de Hermès alrededor del cuello ondeando elegantemente al viento.
Aunque sabemos que el SL es capaz de rodar a las mil maravillas, es evidente que no veremos a ningún dandi con corbata de seda sentarse al volante de este Mercedes para ir de Los Ángeles a San Diego y detenerse a comer en el Club de Yates de La Jolla; el SL es más bien territorio de corredores de Bolsa de fortuna reciente, de dentistas que pasan más horas en la consulta que en su casa y quizá de empresarios jubilados. Lo que este tipo de conductor quiere está claro: un roadster perfecto. Una técnica moderna con la que el Jaguar solo puede soñar. Su interior no se entiende sin un arsenal de asistentes técnicos, así como asientos con función de masaje, sistema de navegación con conexión a Internet y un sistema de audio de Bang&Olufsen. Tampoco puede faltar el sistema de visión nocturna o el sistema activo de ayuda al aparcamiento. Cosas que el típico conductor de Jaguar no tiene ni idea de que existen, de forma que al menos tampoco se da cuenta de que su coche carece de ellas.
Más espacio, más consumo
Lo que ambos tienen en común –y que estamos seguros de a ninguno de sus propietarios molestará– es una oferta de espacio modesta debido por supuesto al tipo de estructura. El maletero del SL cuenta con una capacidad «oficial» de 381 litros, mientras que en el Jaguar son 50 litros menos. Sin embargo, en la práctica en el Mercedes tampoco cabe mucho más que dos maletas pequeñas de fin de semana. Con el techo quitado el volumen se reduce a 241 y 200 litros, respectivamente. En cambio el modelo británico ofrece más espacio detrás de los asientos delanteros; allí podrían viajar en teoría dos pasajeros, aunque incluso para un niño pequeño –que el dandi nunca tendrá– el espacio es bastante reducido. Al menos ese espacio se puede utilizar como lugar de almacenamiento, mientras que en los huecos portaobjetos situados detrás de los respaldos del SL solo caben bolsas de mano pequeñas.
Otra de las cosas que apenas afectará a los clientes, pero que hoy en día resulta importante para tener una buena conciencia y una mejor imagen ecológica, es el consumo. Y en este punto Jaguar merece tarjeta roja. Con un consumo de 6,8 litros el Mercedes demuestra cómo se pueden aunar dos conceptos tan dispares como rendimiento y eficiencia –al menos sobre el banco de pruebas. Incluso en el ciclo de medición europeo el Jaguar fracasa estrepitosamente con un consumo de 11,2 litros. Pero no es ningún secreto que en la práctica su potente V8 tampoco se conforma con esta cifra. A pesar de que, olvidándose un poco de la buena conciencia, el SL llega a consumir ocho, nuevo o incluso diez litros, en comparación con el XK resulta sumamente eficiente, ya que la sed de éste último no baja de los 15 litros. Menos mal que su propietario –a la sazón, un dandi– no solo cuenta con una buena cuenta bancaria, sino también con una buena dosis de seguridad en sí mismo.
Conclusión
El SL y el XK son una pareja poco avenida, a pesar de que con sus 95.000 euros (Mercedes) y 99.400 euros (Jaguar) son casi igual de caros y en el apartado de las prestaciones tan solo se diferencian en los dígitos situados detrás de la coma. En cambio, las diferencias comienzan ya en la potencia: donde el modelo de Stuttgart dispone de un suave V6, el modelo británico apuesta por un rotundo V8. A pesar de todo, el SL es sin lugar a dudas el representante más deportivo y manejable del gremio.
Pero, además de en la técnica, estos dos deportivos se diferencian también en el carácter. El Jaguar es el vividor entre los roadster, un coche que se transforma en el escenario de su conductor. En cambio, el SL forma parte integrante de la escena, no es solo un figurante, sino que forma parte del espectáculo. Satisface sin problemas la demanda de perfección de su conductor y, equipado con la tecnología más puntera, se convierte en el campo de juegos de aquellos a los que les gusta perderse con esos menesteres. Algo que resulta demasiado profano para el conductor de un Jaguar, alguien que prefiere perderse en sus sueños de grandeza y rodar sin preocupaciones con su XK hasta que el depósito vacío le devuelve a la realidad. Y esto es algo que ocurre que demasiada frecuencia debido al consumo exagerado de este modelo británico.