Con potentes motores turbo y varias mejoras que 'afilan' su comportamiento, estos coches abandonan parte de su condición de compactos para transformarse en verdaderos deportivos. Sport Technologies y Renault Sport. Eso es lo que quieren decir las siglas ST y RS de los Ford Focus y Renault Mégane más deportivos, que hoy vamos a enfrentar con la colaboración de nuestro probador. Este duelo iba a llegar tarde o temprano, ya que el nuevo Focus ST tiene en el punto de mira al Mégane RS de una manera descarada; teniendo en cuenta lo bien 'que va' el modelo de Renault, eso demuestra lo ambicioso que resulta el Ford.
Tardamos un poco en apreciar algo evidente: "El Mégane RS sólo se vende con carrocería de tres puertas, lo que unido a su llamativa línea y a su agresivo frontal, le dan un aspecto bastante intimidante. Además, el color amarillo le sienta genial, pero es carísimo: 1.600€. Por su parte, el Focus ST de cinco puertas pasa más desapercibido, aunque al echar un vistazo a la trasera, con su escape central y el gran alerón, te das cuenta de que no se trata de un Focus normal. Por dentro, ambos son más discretos; de hecho, el RS apenas se diferenciaría del resto de la gama Mégane si no fuera porque esta unidad lleva el Pack Cup Recaro, que es el complemento perfecto para este coche. Respecto al Focus, sólo se distingue por los asientos, la instrumentación, alguna placa identificativa... y poco más".
"La postura de conducción me ha convencido más en el Focus, ya que para mi gusto en el Renault vas sentado muy alto, aunque su volante tiene un tacto y una posición perfectas. Eso sí, el Mégane cuenta con un salpicadero más sencillo y menos 'agobiante' que el del Focus, que está repleto de botones. Por otro lado, las inserciones en símil de carbono del Renault –de aluminio en el Ford– quedan francamente bien". Como, de inicio, el Mégane es el rival a batir, Roberto decide que sea el primero en pasar por sus manos: "Menos mal que este coche lleva autoblocante mecánico, porque los 265 CV de su propulsor 2.0 turbo llegan de una manera tan brusca que, de no contar con él, perdería mucha tracción.
Con todo, su comportamiento, agarre y estabilidad son sensacionales, algo que es más apreciable cuando el motor supera las 3.500 rpm, momento en el que comienza a correr 'de verdad', a sonar 'gordo' y salen a relucir las bondades de su chasis. Por último, el equipo de frenos Brembo del Renault tiene un rendimiento espectacular. Respecto al Focus, también recurre a una mecánica 2.0 turbo, aunque con 15 CV menos. Tiene más fuerza a bajo régimen y es más progresivo; por eso, 'impresiona' menos... aunque, en realidad, es tan tápido como su rival. Ford ha instalado una caja de resonancia que comunica el vano motor con el habitáculo –para apreciar el ruido del propulsor–: el sonido es bonito, pero demasiado artificial. En cuanto al chasis, el del Focus es tan bueno como el del Mégane, lo cual resulta más evidente gracias al autoblocante que, aunque es electrónico –y, por ello, menos 'auténtico'–, resulta tan eficaz como el del Mégane –y precisa la misma atención al volante cuando se acelera 'a tope'–. Sin embargo, el equipo de frenos del Ford es algo inferior y el ABS entra en funcionamiento demasiado pronto, algo que penaliza el tacto del pedal".