Al contrario que el Chevrolet Orlando, cuyo nombre nos invita a creer que es un modelo estadounidense de pura cepa, pero que en realidad procede de la antigua manufactura coreana Daewoo de GM. Esta comparativa pretende arrojar luz sobre las virtudes y los defectos de estos dos colosos con cualidades probadas. Para no andarnos con rodeos, digamos que ninguno de los dos contrincantes destaca por poseer una belleza elegante. Independientemente de si hablamos del Freemont o del Orlando, con sus diseños de líneas sencillas y cuadradas podrían considerarse unos tipos corrientes, por decirlo de alguna manera. Nada de curvas dinámicas, diseño creativo o características rompedoras.
Pero tampoco pasa nada, ya que los cabeza de familia objetivos y realistas que buscan en su vehículo familiar un método de transporte capaz de albergar hasta siete ocupantes no tendrán ningún problema en acostumbrarse a su aspecto pragmático y simplista. Al fin y al cabo, lo que cuenta en realidad son sus valores internos. Y precisamente eso es lo que tienen que ofrecer estos dos imponentes monovolúmenes con un enorme potencial de aprovechamiento flexible y variable.
El Freemont y su espacio de almacenamiento extra largo
El Freemont es varios centímetros más grande que el Orlando en todas las direcciones. Sin embargo, su impresionante presencia en términos de espacio no aporta al Fiat ninguna ventaja sustancial. Cierto es que a primera vista el maletero es algo más grande y los ocupantes disfrutan de una mayor libertad de movimiento lateral, pero una vez alcanzado el espacio máximo de carga con un par de maniobras manuales, el Fiat pierde incluso terreno. Mientras que el Chevrolet con las filas de asientos traseras abatidas alcanza una capacidad de 1.487 litros, en el caso del Fiat son 26 litros menos.
En cambio, el Freemont es capaz de impresionar con algunas soluciones inteligentes. Así, este Fiat cuenta con varios compartimentos de almacenamiento adicionales, y en parte bastante amplios, distribuidos por todo el habitáculo y, además de disponer de espacio para multitud de bultos pequeños, es capaz de transportar objetos de hasta 3 metros de longitud, gracias a que –a diferencia del Orlando– el respaldo del asiento del copiloto también se puede abatir por completo.
Siete plazas, también para adultos
Si bien en el Fiat es posible retirar la tercera fila de asientos, en el caso del Orlando ya en su versión básica constituye un elemento fijo de a bordo. Gracias a las puertas con ángulo de apertura de 90º del Freemont, el acceso a la última fila de asientos (fácilmente extraíble del suelo del maletero) resulta en principio bastante amplio, aunque –al igual que en el Orlando– es necesario agacharse bastante para poder llegar hasta ella. En ambos casos nos encontraremos con asientos completos sobre los que incluso los adultos podrán viajar con comodidad, aunque en el caso del Freemont con poca libertad en la zona de las piernas. Sin embargo, los niños más pequeños encontrarán su espacio idóneo en la zona más retrasada de ambos monovolúmenes.
Con todo, para los posibles compradores lo que realmente contará será la impresión que les cause la primera fila de asientos. A diferencia de las últimas plazas, en la parte delantera del Freemont podrán explayarse incluso los ocupantes de mayor envergadura. Los que prefieran sentirse algo más embutidos se sentirán más a gusto en los asientos delanteros más ergonómicos y comparativamente más duros del Orlando que, por este motivo, ofrecen un mayor confort en desplazamientos largos.
Gana el estilo italiano
El salpicadero del Freemont se presenta sorprendentemente atractivo, ya que Fiat se ha encargado de darle un aire más moderno y llamativo. Los retoques realizados por la marca italiana han tenido como resultado un número especialmente reducido de unidades de mando, y sus elegantes superficies blandas, la profusión de detalles cromados y sus dos prácticas pantallas a color configuran un ambiente de máximo nivel. Mientras que uno de los indicadores digitales situados entre los dos elegantes instrumentos redondos ofrece información adicional sobre la conducción, a través de la pantalla táctil situada en la consola central se muestra y controla una enorme cantidad de funciones. Ya sea el sistema de audio, el aire acondicionado o la calefacción de los asientos, la pequeña pantalla sorprende por su impresionante funcionalidad.
Sin embargo, los elegantes y funcionales retoques realizados por Fiat no son suficientes para ocultar el paisaje de plástico duro heredado de la plataforma norteamericana original. Bajo la superficie, el Freemont revela algunos puntos débiles en los acabados, como es el caso de la escasa precisión que muestra la manufactura del banco intermedio o el aspecto más bien pobre de las palancas de ajuste del mismo.
Acogedor pero sin acabado premium
En el caso del Orlando, parece que la marca norteamericana no ha querido llevar a cabo este mismo proceso de enlucido y ocultación de defectos. Más bien nos encontramos ante un monovolumen completamente «honrado», en el sentido de que se muestra tal y como es, un modelo que con medios y materiales claramente sencillos ha logrado configurar un puesto de conducción acogedor y útil. Si bien el Orlando carece de ese acabado premium caracterizado por superficies suaves elaboradas con mimo y cuidado, su salpicadero ordenado y claro invita a sentirse a gusto.
Al mismo tiempo, el Orlando presenta una particularidad que nos ha llamado la atención. La unidad de control de la instalación de audio situada en la zona alta de la consola central se puede desplegar y, de esta forma, deja al descubierto un compartimento de almacenamiento «oculto» que cuenta con conexión USB para el reproductor de MP3. A eso llamamos nosotros una solución inteligente.
Soluciones prácticas y útiles
Sin embargo, el Freemont se guarda unos cuantos ases en la manga: una calefacción en los asientos que se activa automáticamente a temperaturas exteriores bajas nada más comenzar la marcha, un sistema de acceso y arranque sin llave, un climatizador trizona y dos elevadores para niños que se sacan del banco de asientos intermedio. Estas soluciones tan prácticas ni siquiera están disponibles en la lista de extras del Orlando.
Duelo de propulsores en desigualdad de condiciones
Por motivos logísticos, para nuestra comparativa no nos fue posible contar con los mejores representantes de los propulsores. El Freemont se presentó como su motor diésel básico de dos litros y 140 CV en combinación con un cambio manual de seis velocidades. En el caso del Orlando, probamos el diésel superior de 163 CV asociado a un cambio automático de seis velocidades.
A pesar de contar con un cambio automático que en ocasiones resultaba algo espeso, el refinado diésel del Orlando logró convencernos, mientras que la mecánica del Freemont mostró algunos puntos problemáticos. Si bien su potente par motor (350 Nm a 1.750 vueltas) impulsa las casi dos toneladas del Fiat de forma sorprendente hacia adelante, el motor se muestra bastante áspero en su funcionamiento, el embrague demasiado duro y la relación de transmisión demasiado corta. Al conducir a 160 km/h, la aguja de las revoluciones se sitúa en 3.500 vueltas aproximadamente, mientras que en el caso del Orlando a idéntica velocidad nos encontramos justo por encima de las 2.000 revoluciones.
La mecánica de Fiat, menos eficiente
El Freemont resultó ser menos eficiente, además de poco aerodinámico, aunque comparativamente más silencioso en su interior. Muy lejos del modesto consumo homologado de 6,4 litros indicado por la casa, en la práctica arrojó un resultado de 9,1 litros, si bien esta cifra se registró en trayectos por autopista principalmente a gran velocidad. Con una conducción más moderada logramos registrar 7,5 litros, mientras que en las etapas más rápidas llegamos a leer 10,8 litros en el salpicadero.
Pese a disponer de más potencia y de un cambio automático con convertidor de par que suele incrementar el consumo, el Orlando se mostró más eficiente. Aunque su consumo homologado es de 7,0 litros, en la práctica firma 9,0 litros. Al conducir de forma más tranquila observamos que el consumo se podía reducir hasta los 6,6 litros, mientras que al pisar a fondo el acelerador y alcanzar la velocidad máxima éste llegaba a los 9,9 litros. En este sentido, ninguno de los dos podría calificarse de milagro de la eficiencia.
El Orlando se muestra más equilibrado
En el apartado del chasis el Chevrolet también está mejor situado. Aunque la subestructura del Orlando no es manifiestamente dinámica y su peso (300 kilos inferior) no le confiere una agilidad deportiva, incluso a velocidades elevadas el trazado de las curvas se realizada de forma bastante limpia y el coche se mantiene en todo momento bien asentado y preciso sobre el asfalto. Su chasis es en gran medida cómodo, aunque en ocasiones muestra ciertas dificultades a la hora de absorber grandes irregularidades del piso, lo que resulta evidente por las fuertes sacudidas en el eje trasero. Un ruido ligeramente elevado en el momento de echar a rodar, así como un radio de giro algo grande son otros dos aspectos criticables.
Fiat también ha adaptado el chasis de la plataforma Dodge a los gustos de los clientes europeos. Para ello cuenta con una dirección cómoda y suave que pese a todo ofrece una respuesta algo sintética y tampoco parece poder librarse del todo de los efectos de la tracción. En curvas prolongadas y trayectos rápidos por autopista son necesarias en todo momento ligeras correcciones de la dirección, y además el trazado de las curvas no se puede realizar de forma tan precisa como con el Orlando.
Por lo tanto, el pesado Freemont no es el modelo más apto para los amantes de la velocidad, si bien a pesar de eso estamos convencidos se logrará cumplir plenamente la mayoría de los requisitos. También en lo que respecta al confort, ya que pese a rodar sobre ruedas de 19 pulgadas, no transmite una dureza exagerada. Los que en cambio no hicieron un buen papel fueron sus frenos algo laxos, ya que en reiteradas ocasiones al pisar a fondo el pedal del freno alcanzaron la zona de activación del ABS.
Una ganga propia de Chevrolet
Quizá la ventaja más clara del Orlando sea su precio de adquisición. Mientras que el equipamiento superior con el motor diésel más potente y cambio automático está disponible por tan sólo 24.300 euros, por el mismo dinero la casa italiana sólo ofrece la versión básica de 140 CV. Aunque ésta se presenta con algunos componentes de equipamiento que en principio no están disponibles en el Orlando, a igualdad de equipamiento el Chevrolet ofrece una ventaja de precio de aproximadamente 3.000 euros.
Conclusión
Los que busquen muchas plazas, un espacio de carga variable y un equipamiento amplio por poco dinero encontrarán ofertas interesantes en ambos monovolúmenes. Aunque la identidad de marca pueda llegar a engañarnos sobre su verdadera procedencia, en ambos casos se trata de modelos familiares sólidos, prácticos, útiles y versátiles con buenos propulsores diésel.