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Prueba: Chevrolet Corvette Stingray – Un purasangre único

Grosero, pretencioso, macarra… adjetivos como éstos suelen utilizarse a menudo para describir al icónico deportivo americano: el Corvette.

Ahora, en su séptima generación, este espectacular deportivo que está a la venta en algunos países europeos sigue ofreciendo una dinámica espectacular a un precio de ganga. A nivel visual, el nuevo Corvette ha sido claramente perfeccionado. En contra de lo que parece por las fotografías, su aspecto real es el de un coche bastante compacto, muy plano, delgado y que va pegadísimo al asfalto. Aunque sigue reconociéndose claramente como un Corvette, el nuevo modelo tiene unos bordes más afilados y nueva tecnología de iluminación por LED, lo cual ha conseguido un aspecto más fresco. El toque “cool” viene de la mano de las pinzas de freno Brembo en color amarillo que han conseguido un contraste perfecto con el negro de la carrocería y de las llantas.

Novedades en el motor

La primera de las sorpresas de este coche aparece a la hora de levantar el capó, fabricado en plástico ligero para ahorrar peso. Debajo encontramos un motor V8 de 6,2 litros que ofrece 466 cv de potencia y que en principio cuenta con las mismas dimensiones que en el modelo anterior. Lo que cambia es el sistema de inyección, que ahora es directa, se añade la distribución variable continua y también la desactivación selectiva de cilindros en algunas circunstancias. Esto último le permite conseguir unos consumos de 12 litros cada cien kilómetros, lo cual es bastante si lo comparamos con algunos de sus rivales, por ejemplo el Porsche 911 Turbo, que con 520 cv de potencia consigue bajar de los diez litros de consumo mixto.

Al igual que en los anteriores Corvette V8, el comportamiento es bastante tosco y brusco nada más apretar el botón de encendido. No obstante, una vez recorridos los primeros metros el juego de los pedales se hace mucho más familiar y se logra cierta suavidad al soltar el embrague en las primeras marchas. El sonido de los cuatro tubos de escape es menos controlable, así que lo más normal es que consigamos ser el centro de atención de los peatones.

Sorprendentemente acogedor

Otra de las sorpresas se produce en el interior. Al subir al habitáculo uno espera encontrar el paisaje de plástico tan monótono de los anteriores Corvette, pero en este nuevo modelo el interior se ha convertido en algo mucho más habitable y con materiales de más calidad. Los acabados también son bastante más finos, aunque no llegan ni por asomo a las terminaciones de un Porsche.

Lo que también llama la presentación de información digital en el cuadro de instrumentación y que rompe con los viejos relojes analógicos de velocidad y vueltas del motor. Más importante todavía es la ergonomía de los asientos, que resulta perfecta para una conducción deportiva  por la posición del volante, del asiento, por el buen soporte lateral… todo es perfecto siempre que estemos en un contexto de competición.

Actitud brutal y cinco modos de conducción

El cliente del Corvette sabe de antemano que el placer de conducción se sobrepone totalmente al apartado práctico. El responsable de esto es el enorme motor de 466 cv y 630 Nm, que puede catapultar las 1,5 toneladas del Stingray en 4,2 segundos y ponerlo a 290 km/h sin aparentes problemas. Además, la tracción es trasera y el reparto de pesos entre ejes es prácticamente del cincuenta por ciento, lo cual deja un manejo muy divertido y a la vez controlable. Nuestra unidad contaba con una caja manual de siete marchas, aunque de forma opcional existe una transmisión automática de seis marchas.

El conductor puede elegir entre cinco modos de conducción, ofreciendo una gran variedad de set-ups para diferentes propósitos. Hay un modo ECO, otro para condiciones de mal tiempo y mala adherencia así como un tercer modo Tour para el día a día. Los otros dos son modos deportivos (track y sport) y en ellos influye la dureza de la suspensión, la forma en la que se entrega el par, las características de la frenada así como el funcionamiento del diferencial de deslizamiento limitado o la entrega de la dirección. También el ESP puede ser más permisivo e incluso puede quedar totalmente desactivado para la conducción en nivel experto.

¿Barato?

Todas estas características fueron puestas a prueba durante una breve toma de contacto alrededor de Frankfurt, en la cual pudimos descubrir cómo el motor acumula una enorme presión a altas velocidades de giro del motor y permite hacer sprints brutales en cualquier situación. Su comportamiento en curva hace que casi cualquier piloto (independientemente de su experiencia) logre una conducción deportiva bastante fina y siempre sin perjudicar la relativa comodidad que el Corvette ofrece para el día a día.

El Corvette no es tan cómodo como un Porsche 911 y tampoco es tan preciso ni tan perfecto en términos de eficiencia. Pero es mucho más barato. El Stingray está disponible desde 80.000 euros, mientras que el de Stuttgart en su versión Turbo no puede conseguirse por menos de 186.000 euros. Incluso un 911 Carrera 4S con cambio automático cuesta 133.000 euros, un precio más de cincuenta mil euros superior.

Esta diferencia es más que suficiente para eclipsar a muchos compradores europeos que, eso sí, deberán tener paciencia para recibir su pedido ya que las unidades llegan con cuentagotas hasta nuestro continente.

Conclusión

El Corvette es sin duda un caramelo para aquellos conductores que quieran radicalidad pero también ha demostrado que cuenta con cierta comodidad para cumplir con el día a día. Es rápido, su interior está mucho más logrado que en generaciones anteriores y su motor ahora consume menos combustible (lo que tampoco significa que gaste poco). La enorme diferencia de precio que existe con un Porsche 911 Turbo hace que cualquier comparativa carezca de sentido. Por eso podemos decir que el Corvette Stingray es un purasangre único.

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