Volvo ha decidido modificar su ambicioso plan de vender únicamente coches eléctricos a partir de 2030. Aunque la empresa sueca había anunciado previamente que iba a centrarse exclusivamente en vehículos eléctricos, ahora ha confirmado que mantendrá una mezcla de motores eléctricos y de combustión interna más allá de esa fecha.
Esta decisión se debe a la caída en la demanda de vehículos eléctricos en ciertos mercados y a las limitaciones actuales de la infraestructura de recarga en algunos países.
La escasa aceptación del coche eléctrico, principal motivo
Uno de los factores que ha llevado a Volvo a reevaluar su estrategia es la fluctuante demanda global de coches eléctricos. Aunque la transición hacia la electrificación está en marcha, el crecimiento no ha sido tan rápido como se esperaba en ciertos mercados clave.
El aumento de los costes de los materiales para baterías y los desafíos logísticos han impactado tanto en la producción como en el precio final de los coches eléctricos, lo que ha llevado a algunos consumidores a optar por alternativas más asequibles con motores híbridos o de combustión interna.
La infraestructura de recarga también ha jugado un papel importante. Aunque en algunos países europeos y en China las redes de carga rápida están bien desarrolladas, en otras regiones la expansión de esta infraestructura ha sido más lenta. Volvo considera que, para asegurar una transición fluida hacia la electrificación total, es necesario ofrecer opciones a los consumidores mientras se mejora la infraestructura de recarga a nivel global.
La decisión de Volvo también responde a las normativas ambientales que varían de un país a otro. Mientras que en Europa las regulaciones empujan hacia una adopción más rápida de los vehículos eléctricos, otros mercados, como el estadounidense o ciertas partes de Asia, aún dependen en gran medida de los motores de combustión interna. Al mantener una estrategia flexible, Volvo se asegura estar mejor posicionada para adaptarse a las diferentes demandas y regulaciones de los mercados globales.
Volvo es propiedad mayoritaria del gigante automovilístico chino Geely y, como utiliza fábricas en China, también se verá afectada por los aranceles a las importaciones de vehículos eléctricos fabricados en China en Europa y Norteamérica.
Volvo se une a Volkswagen, GM y Ford, que ya han anunciado un cambio de estrategia en cuanto a la adopción del vehículo eléctrico, aduciendo razones muy similares a las manifestadas por la automovilística sueca.