Dicen que el dinero no da la felicidad pero la realidad es que te facilita mucho el cumplir alguno de tus sueños. Si hablamos de las cuatro ruedas, seguro que sois muchos los que os habéis imaginado conduciendo un Rolls-Royce. Pues bien, si tienes la tremenda suerte de tener en tu cuenta corriente dinero de sobra para gastarte aproximadamente 30 millones de euros en un coche, has de saber que la firma británica acaba de producirlo. Se llama Arcadia Droptail y es el tercero de los cuatro ejemplares que Rolls-Royce había confirmado que produciría de la serie Droptail. La pena, que ya está vendido a un acaudalado propietario.
El hecho de que este cliente haya pagado tal suma de dinero no es para nada extraño pues suele ser la tarifa habitual por un trabajo de este tipo. Y es que Rolls-Royce lleva desarrollando el Arcadia Droptail nada menos que cinco años desde que se pintó la primera línea sobre un papel en blanco. A ello hay que sumar el resto de especificaciones y, claro está, los requerimientos del propio usuario para acabar produciendo el modelo exactamente como él quiere.
Casi como un yate
En el caso del Arcadia Droptail es evidente que su recién estrenado propietario ama la madera. Arquitecto de profesión, ha querido trasladar su pasión por este material en un coche que luce de manera despampanante tanto por fuera como por dentro. El juego de colores que la propia madera realiza con los tres tonos de la carrocería enfatiza todavía más su elegancia. En cuanto a estos tres colores hablamos por un lado del blanco principal que está salpicado de partículas de vidrio y aluminio, logrando así un brillo inusual. Junto a él tenemos las molduras de carbono en la zona inferior pintadas en un color plateado mientras que la capota de lona cuenta con un tono oscuro.
Ahora bien, el protagonismo, como decíamos recae sobre la parte posterior que vista desde arriba parce más próxima a la cubierta de un yate de lujo en el que tomar el sol en mitad del Adriático. La madera ha recibido un tratamiento específico para aumentar su resistencia a las inclemencias y para ofrecer siempre un brillo excepcional. En total hablamos de 233 piezas de madera que no han hecho sino suponer 8.000 horas de trabajo, mientras que la guinda la pone el reloj que va colocado en el salpicadero, que ha tardado cinco meses en ser ajustado. Entiendes ahora lo elevado de su precio, ¿verdad?
