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Reportaje: Seguridad al volante – ¿Afecta nuestro estado de ánimo a la conducción?

La personalidad de un individuo es un aspecto determinante no sólo en la toma de decisiones diarias, sino también cuando se pone al volante de su vehículo. Y es que detrás de cada accidente de tráfico o de cada disputa, hay una actitud que se escapa de lo convencional.

De hecho, uno de los factores que más influyen en los siniestros suele ser el estado anímico donde conductores con un carácter más temperamental, algo inmaduros, osados… suelen sufrir más percances. De ahí lo importante que resulta, mientras se conduce, el intentar olvidar todas las preocupaciones laborales o personales que pueden acabar desencadenando el pánico por ponerse al volante. Las enfermedades psíquicas están cada vez más presentes en nuestro día a día e incluso muchos expertos ya hablan de epidemia. El estrés es, probablemente, la que mayor efecto produce sobre nuestro estado de ánimo y sobre nuestro carácter, pero también influye directamente sobre nuestra concentración.

Cualidad, la de la concentración, que se torna indispensable cuando tenemos un volante en nuestras manos ya que la pérdida de la misma, incluso durante unas milésimas de segundo, puede provocar que nos veamos inmersos en un accidente de tráfico. Este tipo de enfermedades disminuye considerablemente la capacidad del conductor para concentrarse en los estímulos externos imprescindibles para una conducción responsable y segura.  

Pero además, el acto de conducir también está en estrecha relación con los diferentes componentes emocionales que rigen el comportamiento humano. Muchos son los factores personales, laborales y sentimentales que pueden hacer acto de presencia en cada individuo rebajando sus niveles de concentración y de saber estar, aumentando de forma exponencial el riesgo a sufrir un accidente.

Como ya hemos comentado antes, llevar un ritmo de vida acelerado en combinación con un exceso de trabajo, frustración profesional e incluso la competitividad puede acabar originando estrés en el individuo, el cual, entrará de lleno en una montaña rusa emocional que puede afectar directamente a su capacidad de conducción.

Si bien al principio de la fase de estrés se obtiene una mayor capacidad de reacción, una mejora de los mecanismos de alerta y en general un aumento de las funciones vitales, características que no son para nada perjudiciales para la conducción, ello se traduce en un comportamiento más agresivo, impaciente y arriesgado, en el que uno se crea el dueño de la carretera y comience a no respetar las señales y las normas de circulación.

No obstante, con el tiempo esa falta de cumplimiento de objetivos, de presión social e incluso de auto infravaloración, puede acabar desencadenando en un cuadro depresivo, enfermedad que se caracteriza por una disminución manifiesta del tono vital y por una apariencia de tristeza. La pérdida de apetito, de peso, insomnio, retardo psicomotriz, falta de concentración, ansiedad… son algunos de los síntomas que tienen un efecto directo con la conducción. Y es que un persona con depresión será más propensa a prestar menos atención a lo que pasa a su alrededor, sufrirá alteraciones en el sueño que le provocarán más fatiga y cansancio (viéndose alteradas sus capacidades), tendrá mermada su capacidad de decisión a la hora de elegir una opción e incluso, en el peor de los casos, estaremos ante un conductor con tendencias suicidas.

Si se tiene depresión y se es conductor habitual se debe acudir a un especialista de forma que se determine el tipo de depresión y la terapia a seguir. Si está bajo los efectos de alguna terapia farmacológica debe tenerse en cuenta que estos fármacos pueden producir alteraciones que afecten directamente a la conducción. Del mismo modo, debe evitar automedicarse o consumir alcohol y drogas ya que puede aumentar las conductas peligrosas al volante.

Si se está en una fase aguda de depresión, debe evitarse el uso del vehículo ya que aumentarían las posibilidades de sufrir un accidente.

Amaxofobia: miedo irracional a conducir.

Sufrir a diario cuadros de ansiedad o de estrés puede acabar desencadenando en una enfermedad mucho más grave en la que no sólo se ven mermadas nuestras capacidades de conducción, sino que va un punto más allá al eliminarlas por completo. Se trata de la amaxofobia.

La amaxofobia es un miedo desmedido e irracional a conducir. Se trata de un temor permanente, en la mayoría de las veces sin causa justificada, a enfrentarse a la carretera. Provoca episodios de pánico antes y durante la conducción. En ocasiones, los conductores sufren temblores, subidas de tensión e incluso pérdida de consciencia. Este miedo excesivo se produce sin que exista un motivo real de peligro.

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