Las papeletas para tener que llamar a la grúa estos días se multiplican por dos factores: el primero de ellos es por el mayor número de kilómetros que recorremos con motivo de las fiestas (ir al pueblo, estar con los amigos, escapadas a la montaña o la playa…); el segundo, el buen tiempo que hace que las mecánicas sufran más. Atento a estos cinco casos reales…Equivocarse a la hora de repostar
Puede parecer una tontería, pero no lo es ya que le ha ocurrido a más del 26% de los conductores, según se recoge de varios estudios publicados. Le suele suceder a aquellas personas que tienen dos o más coches en su casa o que emplean uno para el trabajo y otro para su vida personal. Varios fabricantes han desarrollado unas bocas especiales para rellenar los tanques de los vehículos que, en caso de que vayamos a introducir un carburante erróneo, no permitirá introducir el boquerel de la manguera. Éste es el caso de Ford.
La batería
Tras una parada en el camino para descansar y coger fuerzas con unos bocadillos y unos refrescos, intentas poner en marcha tu coche sin éxito. Lo primero que debes pensar es: ¿me ha ocurrido con anterioridad? ¿Me ha dado la sensación de que cuando giraba la llave el motor tardaba en encenderse? Lo más probable es que la batería haya llegado a su fin y se haya quedado sin carga. Si estás en una estación de servicio, prueba a ver si en la misma gasolinera venden alguna batería; si no, llama al servicio de asistencia en carretera de tu compañía (y cuyo teléfono deberías tener guardado en el teléfono móvil o bien localizado en la documentación que siempre debes llevar).
No prestar atención a los chivatos luminosos del cuadro de mandos.
“Anda, se ha iluminado una bombilla de color amarillo… como el coche sigue funcionando, seguiré en marcha”. Los pasotismos se pagan caro y las averías, al final, son más caras. En cuanto se encienda un testigo, detente en el arcén, señaliza tu posición y comprueba en el manual de instrucciones a qué ‘órgano’ del coche hace referencia.
Pinchazos y defectos en las ruedas.
El único elemento que nos pone en contacto con el asfalto de la vía por la que circulamos son los neumáticos, los grandes olvidados. No sólo debes recordar que la profundidad legal mínima es de 1,6 milímetros (la típica respuesta del examen de conducir que parece que olvidamos con el paso de los años) y que es de vital importancia que en su aspecto no haya grietas ni rajas. Si así es y si circulamos a velocidad de crucero y cargados, las probabilidades de sufrir un reventón se multiplican por cinco. Además, conviene que una vez al mes, cuando acudas a repostar, ‘pierdas’ cinco minutos en estudiar la presión de los mismos porque si no llevamos la correcta, la distancia de frenado se duplica, se consume más carburante y se acorta la vida de la rueda.
Climatización.
Lo recomendado en otoño e invierno es conectar ocasionalmente el sistema del aire acondicionado para que su desuso no afecte en exceso a su mecanismo. Por lo tanto, si durante unos 150 días no se ha utilizado, es probable que si ahora lo conectamos, se aprecien ciertos ruidos poco deseados. Si éstos van a más, nos podremos quedar sin el climatizador. Recuerda, además, que entre dos y cuatro años hay que acudir al concesionario a recargar el líquido del aire puesto que sin él no funcionará.
Otras averías frecuentes son por no haber pasado la revisión a turno, no sustituir líquidos como el de los frenos o el anticongelante o directamente no haber cambiado el aceite, sin el que el motor griparía.
De todas formas, si al final no te ha quedado otra que parar en el arcén y poner los warning para alertar del peligro al resto de conductores, recuerda que debes ponerte el chaleco cada vez que bajes del coche así como un único triángulo a 50 metros por detrás (unos 50 pasos) en autopistas y autovías mientras que es necesario colocar un segundo triángulo por delante también a 50 metros si la avería se produce en carreteras secundarias de doble sentido sin mediana física.
