Con laséptima generaciónde este deportivo norteamericano presentada hace poco en Detroit la marca pretende continuar su inagotable trayectoria de éxitos. AutoScout24 ha aprovechado esta oportunidad para pasar revista a la historia del que muchos consideran el prototipo de libertad y aventura sobre cuatro ruedas. A principios de los años 50 el mercado de los roadster deportivos prácticamente había desaparecido. Tan solo un vehículo equipado con un cuatro cilindros –ínfimo para lo que se estilaba por aquel entonces en EE. UU.– y que atendía al nombre de Crosley Hotshot se esforzaba por mantener vivo el segmento. Sin embargo, la ampliación de las autopistas interestatales que permitían conducir a gran velocidad y la creciente demanda de potencia por parte de los clientes pronto se llevaron por delante las esperanzas de éxito de este automóvil de tan solo 20 kW. El Crosley desapareció del mapa, al igual que su fabricante, a principios de la década de 1950. Había llegado el momento de una nueva generación de deportivos de mayor potencia y equipamiento considerablemente más lujoso.
Cómo hacerlo a lo grande
A la vista de la situación GM desarrolló un plan de negocio con un deportivo ligero, bien motorizado y aun así asequible que respondiera a las necesidades de los clientes en Estados Unidos y también en Europa. Con este encargo el departamento de diseño de Chevrolet se puso manos a la obra y desarrolló este nuevo automóvil con una carrocería de fibra de vidrio. Imitando el diseño del Jaguar XK 120, que por aquel entonces se consideraba sumamente innovador, el equipo de diseñadores liderado por Harley Earl creó una versión norteamericana de este popular modelo británico que ya había aparecido en numerosas películas de cine.
Su carrocería biplaza descansaba sobre un chasis de acero que en los primeros años solo estaba disponible en versión cabrio. Un techo que parecía más bien un elemento provisional y el único motor de seis cilindros en línea disponible en un principio contribuían a reducir el peso hasta los 1.305 kilogramos.
Un ocho cilindros de leyenda
El 17 de enero de 1953 en el impresionante hotel Walldorf Astoria de New York Chevrolet presentaba su nuevo modelo ante un público perplejo. Tras numerosas presentaciones en ferias y demás eventos comenzaba la producción en la fábrica situada en Flint, Michigan. A finales de ese año el número de automóviles montados a mano y pintados exclusivamente en blanco que había abandonado el centro de producción ascendía a 300 unidades.
Poco después de su estreno el 30 de junio de 1953 resultó evidente que la potencia desarrollada este deportivo con motor de seis cilindros, 3,8 litros y 150 CV iba a ser insuficiente. Estaba claro que si lo que querían era hacerse un nombre en el segmento de los deportivos necesitaban urgentemente un nuevo propulsor. Entretanto, algunos modelos de GM montaban ya de forma habitual un V8 con abundante cilindrada, por lo que su incorporación al Corvette era tan solo cuestión de tiempo. En 1955, y con cilindradas que oscilaban entre los 4,3 y los 5,4 litros, comenzaba por fin el paseo triunfal del «small block» por el mundo de deportivos norteamericanos. Ese mismo año, el «Vette» –apodo con el que se conocía cariñosamente a este deportivo– no solo incrementó su potencia, sino también el suministro eléctrico que pasó de 6 voltios a los habituales 12 V.
Un éxito trabajado
Pequeños retoques, la introducción de la inyección de gasolina y una cuidada revisión otorgaron al primer Corvette un éxito que no paraba de aumentar. Durante los siguientes años aproximadamente 10.000 unidades abandonaban cada año la cadena de montaje, un resultado nada desdeñable. Sin embargo, el paso de los años y el aumento del número de unidades vendidas demostró que todavía había mucho margen de maniobra. Además, este atractivo coupé no solo llamaba la atención de los norteamericanos, sino que también gustaba a los europeos, aunque allí pasaba por ser más bien un deportivo de segunda categoría.
Primer asalto
Con el modelo del año 1962 Chevrolet puso punto y final al encanto femenino de la versión C1 y el «Vette» se convirtió en un verdadero automóvil para hombres. Con una luneta trasera dividida y un diseño muy dinámico, el modelo C2 bautizado como «Sting Ray» causaba una impresión más madura. Por primera vez en un automóvil se pudieron ver los faros escamoteables que no solo influían de forma determinante en la aerodinámica, sino también en el diseño dinámico del frontal.
Tras la gran acogida del coupé GM decidió ofertar esta variante además de la versión cabrio. De forma adicional, el motor también fue sometido a una importante revaluación. En lo sucesivo dispondría de una imponente cilindrada de 7 litros, sentando así las bases de los futuros «muscle cars». Al igual que en su predecesor, la mecánica iba montada en el morro. La breve y desastrosa experiencia con un motor central dejó a los ingenieros con pocas ganas de volver a intentarlo. A pesar de que el diseño del Corvette gustaba mucho, tras cuatro años GM interrumpió la fabricación del C2, lo que lo convierte hoy en día en un codiciado objeto de coleccionista.
Todo lo contrario a un Corvette «de botella»
Con el fin del Corvette C2 dio comienzo la época más exitosa de la historia de este deportivo. El Corvette conocido como «coke bottle» hizo su aparición en escena con un tamaño más grande y un diseño completamente nuevo. El año 1967 era el momento idóneo para un modelo mucho más confortable, si bien en 1975 el cabrio volvía a desaparecer de las listas de precios debido a unas normas de seguridad cada vez más estrictas. La versión coupé equipada con elementos extraíbles en el techo había alcanzado unos niveles de popularidad extraordinarios, no solo por su imponente motor V8 mejorado de 7,4 litros de cilindrada, sino también por su potencia máxima de 435 CV.
Las líneas laterales extremadamente entalladas que perfilaban su impresionante carrocería, así como las curvaturas situadas justo encima de los pasos de rueda fueron algunas de las características que otorgaron a este modelo su peculiar apodo «botella de coca-cola» que perduró incluso más allá del fin de su producción en octubre de 1982. El automóvil que sirvió como modelo para este diseño poco común fue el Mako Shark II Concept Car presentado en el año 1965 y que tuvo una gran influencia en el diseño del Corvette C3.
La era del plástico
Con el fin del Corvette C3 comenzó en Chevrolet la era del diseño técnico y funcional. La edición del coupé presentada en la primavera de 1983 parecía hecha a medida de los clientes europeos. Sin embargo, sus ventas no comenzaron hasta 1984, por lo que 1983 es el único año sin generación propia del Corvette, aunque los primeros modelos vendidos recibieron el número de chasis del año 1983. En el coupé fabricado en plástico, así como en el cabrio lanzado al mercado en 1986, no quedaba ni rastro del diseño ampuloso de sus predecesores.
El Corvette de la era moderna se presentaba además con un interior liso y moderno que contaba, entre otras cosas, con un cuadro de instrumentos con cifras digitales. Una instalación de audio de alta tecnología, asientos de regulación eléctrica, así como tapicerías en piel creaban un ambiente de lujo poco visto en aquella época en el segmento de los deportivos.
En 1989 con el modelo C4 los ingenieros decidieron hacerlo a lo grande y equiparon el Corvette con un V8 ultramoderno con tecnología de cuatro válvulas. En lugar de los 230-250 CV que desarrollaba hasta ese momento, ahora disponía de 285 CV. Una cifra que siguió aumentando con la versión ZR1 presentada en 1990 (385 CV) y con los modelos TwinTurbo, los cuales podían presumir de contar con una potencia de 405 CV que les permitía no tener que esconderse de la competencia europea.
Último asalto
Tras el famoso Corvette ZR1 de 395 CV los ingenieros de Bowling Hill tuvieron que devanarse los sesos para poder satisfacer los deseos y las necesidades cada vez más exigentes de la clientela. Sin embargo, una estructura completamente nueva de carrocería, chasis y motor suponía un esfuerzo tal para el conglomerado de empresas GM que en ese momento había entrado en barrena que el C5 llegó a los salones del automóvil y a los concesionarios con un retraso considerable. Esto hizo que el C5 se conociera como el Corvette que tardó más tiempo en construirse, aunque esto logró crear entre la clientela enormes expectativas en lo que respecta a la capacidad de rendimiento del nuevo modelos.
Durante su primer año de fabricación Chevrolet se limitó a las versiones coupé y targa y no fue hasta el año 1997 cuando por fin llegó la variante descapotable. Debido a su aparición tardía, la generación del C5 tuvo el placer de servir de base para los modelos especiales del 45 y el 50 aniversario de la marca. Por este motivo, numerosas versiones extraordinariamente bien equipadas en colores especiales, entre otros el «Pace Car» de las 500 Millas de Indianápolis, hacen las delicias de los coleccionistas acaparando miradas de admiración de los más curiosos. Hasta la suspensión de la fabricación de este modelo la potencia de su V8 oscilaba entre 345 y 405 CV y los altos directivos de GM se frotaban las manos pensando en una demanda elevada y estable que anualmente permitía a 35.000 clientes conducir un Corvette.
Mucho ojo a la hora de elegir automóvil
Con el lanzamiento de la siguiente generación el diseño emprendió un nuevo camino. Los faros escamoteables cuidadosamente conservados durante tantos años desaparecieron del Corvette C6 para hacer sitio a unas lámparas cubiertas por un cristal de dispersión común. Además, el Corvette presentaba ahora una imagen más sólida y fuerte.
Algo que resultaba de gran ayuda para mantener el carril izquierdo libre si tenemos en cuenta que el V8 que se esconde bajo su capó desarrolla al menos 430 CV. Numerosos éxitos en carreras hicieron del Corvette C6 un verdadero superdeportivo cuya imagen no tiene nada que envidiar a la de sus competidores procedentes del viejo continente. Sobre todo la versión ZR1 de 638 CV logra que los amantes del deporte de las cuatro ruedas experimenten ese subidón de adrenalina tan buscado y, gracias a la utilización de materiales de construcción ligeros, logra unas prestaciones con las que muchos de sus iguales solo pueden soñar.
Con la séptima versión del Corvette presentada recientemente GM retoma el camino original del deportivo norteamericano para el pueblo, ya que si bien el Corvette no cuenta con unas soluciones tecnológicas tan sofisticadas y pulidas como las de sus competidores europeos, el C7 sigue entusiasmando de la misma forma que sus predecesores, ofreciendo –como ningún otro producto «made in the USA»– a sus futuros conductores la posibilidad de experimentar el más puro estilo de vida americano.