El Golf R Cabrio constituye el último golpe de efecto de la última generación de la casa alemana. Hay que reconocer que, efectivamente, el Golf Cabrioparece algo entrado en años, máxime cuando acabamos de entrar en la era del Golf VII. Y no es de extrañar, al fin y al cabo la sexta generación no era más que un Golf V completamente renovado y su llegada al mercado se produjo allá por 2003. Sin embargo, hasta que la casa renueve la variante descapotable seguro que transcurren unos dos años. Hasta entonces al Cabrio actual no le quedará más remedio que aguantar el tipo.
Y para que este sprint final le resulte más fácil Volkswagen ha equipado su descapotable con el motor R. La diferencia con respecto a su gemelo de techo rígido son cinco caballos menos y una tracción únicamente delantera. Mientras que el Golf R traslada sus 270 CV siempre a las cuatro ruedas, los 265 CV del R Cabrio llegan a la calzada exclusivamente a través de las ruedas delanteras. Parece que adaptar la tracción integral al Cabrio resultaba demasiado laborioso y, además, le añadía 100 kg más de peso a un descapotable ya de por sí bastante pesado (1.614 kg).
Primero muy poco y después demasiado
Sin embargo dicho esfuerzo habría merecido la pena, ya que cuando el turbocompresor entra en acción los 350 Nm que llegan irremediablemente a las ruedas delanteras hacen que éstas chirríen y tiren con demasiada fuerza de la dirección. Sin embargo, hasta llegar a ese punto el efecto turbo resulta casi demasiado largo. La fuerza máxima no está disponible hasta las 2.500 vueltas, lo que a día de hoy resulta realmente sorprendente. Parte de la culpa de que a su cuatro cilindros de 2 litros le gusten los regímenes elevados de revoluciones la tiene el cambio de doble embrague de seis velocidades, una caja que, por si fuera poco, amplía un poco por su cuenta esa sensación de retraso en el arranque.
La aceleración de 0 a 100 km/h tiene lugar en 6,4 segundos y la velocidad está regulada electrónicamente en 250 km/h). Sin embargo, en una época en la que los motores presentan una sobrealimentación cada vez más pronunciada parece que tendremos que despedirnos de momento de esa relación tan directa entre acelerador y motor que suelen ofrecer los motores de aspiración convencionales. De los chasis directos en cambio no. La configuración rígida de muelles y amortiguadores, junto con unas llantas de 19 pulgadas, detecta prácticamente cualquier irregularidad del asfalto, aunque a cambio ofrece una agilidad excepcional. Respaldado por una dirección precisa y por el diferencial XDS –que frena ligeramente la curva que describe el interior de la curva–, el Golf R Cabrio (25 mm más bajo) traza las curvas con resolución y sin apenas tendencia al subviraje. Por unos 1.000 euros VW ofrece amortiguadores adaptativos, aunque el modo confort apenas sí resulta más cómodo.
Un concierto caro
Con el techo en su sitio, y gracias a una capota de tres capas, el interior del Golf R se mantiene en silencio. Sin embargo, tan pronto como éste desaparece detrás de los asientos traseros el sonido del R llega a oídos de los ocupantes de forma mucho más nítida que en el caso de su gemelo de techo. Por los tubos de escape se escapa un gruñido constante, incluso cuando el Golf apenas se desliza sobre el asfalto. Ahora bien, cuando el conductor pisa el acelerador ese susurro se convierte en un potente rugido e incluso la reducción de las marchas viene acompañada de un sonido característico.
Como es habitual, el Golf VI se mueve por las altas esferas en lo que respecta a su lista de precios. Imposible hacerse con un R Cabrio por menos de 43.325 euros (precio válido en Alemania), y si uno quiere algo más que luces bi-xenón y climatizador bizona tendrá que rascarse aún más el bolsillo. De esta forma, el descapotable de clase media de VW es capaz de alcanzar sin problemas la marca de los 50.000 euros.
Conclusión
Mucha potencia por mucho dinero. VW ha bendecido la versión R descapotable del Golf con un portentoso propulsor, pero también exige una buena suma de dinero para poder disfrutar de él. A pesar de la seguridad en sí mismo que rezuma el conjunto, no deja de ser un coche antiguo. A esto cabe añadir que el descapotable se las tiene que arreglar sin tracción integral y que en ocasiones las ruedas delanteras se ven desbordadas debido a la impresionante potencia generada cuando entra en funcionamiento el turbocompresor.
Aquellos que acepten este pequeño inconveniente disfrutarán de un devorador de curvas cuya principal característica es la precisión. Está claro que al R Cabrio no se le puede acusar de carecer de resistencia a la torsión y con su chasis de configuración rígida los conductores más dinámicos ni siquiera echarán en falta la tracción integral. Sin embargo, para rodar de forma tranquila resulta demasiado duro, y ni los amortiguadores adaptativos ayudan en este sentido.