Hasta ahora, los clientes concienciados con el medio ambiente habían estado esperando la llegada de un vehículo que estuviera a la altura, y por suerte ya está aquí. El Fluence Z.E. se mueve sin emisiones, se puede pagar, es un vehículo maduro en términos técnicos y, además, es apto para el día a día. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a la adquisición del próximo vehículo ecológico a estos clientes no les quedará más remedio que «cambiar el chip» en algunos aspectos. El principal escollo del Fluence Z.E. es, al igual que ocurre con todos los automóviles propulsados por baterías, su autonomía limitada. Sin embargo, en tanto que dicha limitación no se tome como un criterio de exclusión sino como un desafío, en realidad el cambio de mentalidad que nos exige su uso es mínimo. Aquellos que sean capaces de conformarse con un radio de acción más bien pequeño y sepan planificarse bien, tendrán la oportunidad explorar otras formas de movilidad individual.
En cualquier caso, el Fluence Z.E. es capaz de cubrir la mayor parte de los trayectos, ya que –por norma general– la mayoría de los conductores alemanes sólo realizan recorridos de corta y media distancia. Los trayectos largos son más bien una excepción. Quienes dispongan de un Fluence Z.E. como único automóvil tendrán que buscar otras alternativas para realizar los recorridos más largos. Disponen, por ejemplo, de alternativas como tren, los coches de alquiler o quizá puedan aprovechar las ofertas que hay para compartir coche. El abanico de posibilidades es amplio y, en este caso, la decisión es más bien una cuestión de actitud personal.
«Better Place», un proyecto pionero
En teoría, el Fluence tendría incluso el potencial para ser un automóvil apto para largas distancias sin necesidad de grandes paradas, ya que en realidad fue concebido para su uso en el marco del sistema de intercambio de baterías «Better Place». La idea del empresario israelí Shai Agassi es crear la infraestructura necesaria para una hacer posible una movilidad eléctrica sin limitaciones de autonomía. Esto se conseguiría gracias a una red de estaciones de intercambio. El sistema «Quick Drop» permite al Fluence Z.E. cambiar una batería vacía por una llena en tan sólo tres minutos. El único problema es que tanto en Israel como en Australia y Dinamarca ya se está empezando a implantar el proyecto Better Place, pero en Alemania aún no. Al menos en un futuro cercano.
El hecho de que con la inestimable ayuda de Renault en Israel se esté intentando avanzar a pasos agigantados en materia de movilidad eléctrica es también el motivo por el cual el diseño del Fluence Z.E. es tan poco atractivo. Este francés eléctrico se presenta en una variante de carrocería poco apreciada en Alemania: una versión de trasera escalonada del modelo compacto Mégane.
Esto se debe a que la prioridad de Renault era el desarrollo de un automóvil de serie para el proyecto Better Place, y el cliente medio israelí prefiere este tipo de carrocería algo conservadora. Por este motivo, al Fluence Z.E. le resulta imposible transmitir su carácter innovador a través de su estética. El diseño especial de sus grupos ópticos o la inscripción metálica tampoco sirven de mucho en este sentido. Y su carrocería alargada, que permite alojar la batería en la parte trasera para no perder espacio dentro de la cédula de los ocupantes, tampoco ha sido una decisión muy afortunada.
Mucho espacio para los pasajeros, poco para el equipaje
Sus 4,75 metros de longitud permiten a sus (hasta) cinco ocupantes disfrutar de una excelente oferta de espacio, por lo que incluso los pasajeros de mayor envergadura se sentirán muy a gusto en la parte trasera. Únicamente el maletero ha sufrido una reducción de 530 a 317 litros que, además, son difíciles de aprovechar y no se pueden ampliar. De todas formas, no todo son malas noticias, ya que un par de maletas sí caben y, además, debido a su escasa autonomía el Fluence tampoco es un coche concebido para hacer grandes viajes.
Poco importa por lo tanto el volumen del maletero o la autonomía, lo determinante es el tamaño de la batería. La batería de iones de litio compuesta por 192 celdas, con un peso de casi 300 kilos y una capacidad de 22 kWh almacena, en el mejor de los casos, energía para 185 kilómetros. En condiciones especialmente ideales la autonomía puede alcanzar incluso los 200 kilómetros. Sin embargo, esta cifra oficial no es muy realista que digamos. El estilo de conducción del conductor, la temperatura exterior, los cambios de nivel de la carretera, muchos son los factores que afectan a la autonomía del vehículo y que, en el peor de los casos, pueden llegar incluso a reducir a la mitad este valor. La autonomía más realista para un conductor medio es de unos 120 kilómetros aproximadamente.
La propulsión eléctrica también puede ser divertida
Al menos eso fue lo que indicó el ordenador de a bordo de nuestra unidad de prueba tras la primera toma de contacto por los alrededores de Lisboa. El principal motivo de esta reducción de la autonomía reside, sobre todo, en el gran placer de conducción que ofrece la propulsión eléctrica del Fluence. El motor de tipo síncrono y corriente trifásica, que junto con la electrónica de potencia y el engranaje reductor se encuentra situado en la parte delantera, rinde 95 CV y genera un par motor de 226 Nm.
Su poderoso empuje está disponible desde el primer momento, por lo que los 50 km/h se alcanzan en tan sólo 4 segundos. Una vez superada esta marca, la progresión resulta algo más lenta. Casi 14 segundos necesita el Fluence Z.E. para alcanzar los 100 km/h y su velocidad máxima no supera los 135 km/h. Sin embargo, estas prestaciones son más que suficientes para prácticamente cualquier situación cotidiana.
Cómodo y silencioso
Aparte de este suculento par motor, la propulsión 100% eléctrica ofrece una aceleración lineal sin interrupciones del cambio y, en comparación, resulta más silenciosa. El proceso de aceleración tan sólo viene acompañado de un ligero pitido, por lo que lo único que perturba la armonía acústica son los habituales ruidos provocados por el viento y la rodadura. Por este motivo, y desde el punto de vista del ruido interno, a velocidades más elevadas casi no se aprecia la diferencia con respecto a los automóviles convencionales con motores de gasolina sofisticados. Sin embargo, a velocidades más bajas el Fluence Z.E. es tan silencioso que en este aspecto no tiene competencia.
Con todo, la conducción eléctrica también trae consigo algunos inconvenientes excusables. Especialmente sobre superficies mojadas en ocasiones recae demasiada fuerza sobre las ruedas delanteras, haciendo que éstas chirríen con brutalidad, mientras que el freno motor recoge con precisión milimétrica cualquier mínimo cambio en la posición del acelerador. Y, finalmente, en comparación con el Fluence con motor diésel y cambio de doble embrague, el Fluente Z.E. ha de soportar 200 kilos más de peso.
Conducción agradable
El chasis del Fluence Z.E. ha sido sometido a ligeras modificaciones para adaptarlo a esos kilos de más pero, en combinación con los neumáticos de baja resistencia inflados hasta su máxima dureza, ofrece un comportamiento de rodadura y amortiguación moderadamente confortable. Pese a contar con una distribución equilibrada del peso sobre los ejes, al Z.F. le falta la agilidad y ligereza necesarias para poder disfrutar plenamente de él en tramos virados rápidos. A pesar de todas las dificultades, la conducción del Fluence Z.E. resulta sorprendentemente cómoda y suave y no plantea en ningún momento problemas serios al conductor.
Lo único que tenemos que tener bien controlado es su autonomía, puesto que una vez que la batería se ha agotado no hay manera de seguir avanzando hasta que no se recargue. Y para recargarla totalmente de forma convencional conectándolo a un enchufe de 230 V se requieren entre seis y ocho horas. Es decir, que no se puede «repostar» rápidamente en ningún lugar y, además, las estaciones de carga rápida aún no están disponibles. Sin embargo, parece que sí lo estarán a medio plazo y, entonces, el proceso de carga se reducirá a tan sólo 30 minutos.
Dispositivo «Wall Box» obligatorio
Por el momento, los conductores del Fluence Z.E. han de conformarse con cargar la batería con corriente convencional en su plaza de aparcamiento a través de una conexión de 16 amperios y un dispositivo denominado «Wall Box» que suministra el socio de Renault RWE. Según RWE, esta estación de carga, montada por profesionales, dispone de un circuito eléctrico propio que hace posible una gestión correcta del proceso de carga e impide sobrecargas en la electrónica del hogar y en la batería del coche. Además, gracias a su temporizador el Wall Box ofrece la posibilidad de realizar una carga controlada y también permite consultar el estado de la misma a través de nuestro smartphone.
El montaje obligatorio del Wall Box por parte de RWE no prevé ninguna modificación técnica en la instalación eléctrica de la casa ni tampoco un cambio de proveedor del servicio. Sin embargo, también existe otra opción de carga. Por un suplemento de 400 euros se puede solicitar un cable de carga de emergencia para el Fluence Z.E. con el que es posible cargar la batería a través de un enchufe doméstico convencional protegido de 10 amperios.
Por cierto que el Wall Box no es la única particularidad que presenta el paquete del Fluence Z.E., ya que por el precio inicial de 19.800 euros tan sólo obtendremos el vehículo, mientras que la batería requiere una inversión adicional mensual. Esto quiere decir que, quien se haga con este Renault eléctrico también tendrá que firmar con el banco de Renault un contrato de alquiler para la batería. Por desgracia, la casa francesa no ofrece ninguna otra posibilidad.
Comprar el coche y alquilar la batería
La base no resulta tan cara como cabría esperar, ya que su equipamiento de serie incluye caja de cambios automática, climatizador y sistema de navegación. Visto así, el Z.E. es sólo un poco más caro que el Fluence diésel con equipamiento similar. Sin embargo, el alquiler de la batería asciende como mínimo a 82 euros al mes (con un límite anual de 10.000 kilómetros y un periodo de validez de 36 meses). Dependiendo del kilometraje anual y del periodo de validez, el precio puede aumentar.
Por lo menos el sistema de alquiler de baterías de Renault ofrece la ventaja de que nunca tendremos que sufrir con una batería defectuosa. Si ésta se rompe o se estropea podríamos sustituirla por una nueva. Si la batería ofreciera menos del 75% de su capacidad de carga original, esto se consideraría un fallo y podríamos sustituirla sin problemas. El reciclaje de las baterías también corre por cuenta de Renault.
Poco eficiente
Todavía queda una pregunta por responder: ¿La movilidad eléctrica y limpia de Renault resulta rentable para el cliente final? No, eso está claro. Es cierto que en la actualidad el coste de la electricidad es bastante bajo en comparación con la gasolina (100 kilómetros cuestan en torno a los 3 euros) y que además los coches eléctricos están exentos de pagar el impuesto de circulación. Sin embargo, incluso recorriendo muchos kilómetros al año el coste del Fluence eléctrico en comparación con la variante diésel no resulta mucho más barato.
Los que se decanten por el Z.E. sólo podrán conducir de forma más ecológica y silenciosa, pero no más económica. Esto será así al menos hasta que el gobierno central no ponga sobre la mesa incentivos especiales para la compra de vehículos eléctricos. Sin embargo, cabe esperar que estas subvenciones no se faciliten hasta que los fabricantes no lancen al mercado los vehículos adecuados. Y, finalmente, cuando éstas estén disponibles el gobierno gravará también la corriente de carga, puesto que en algún momento habrá que comenzar a compensar la reducción en los ingresos procedentes del impuesto sobre los hidrocarburos. Por lo tanto, durante los próximos años la movilidad eléctrica no podrá contemplarse aún como una alternativa de ahorro, si bien su precio tampoco subirá mucho más.
Conclusión
El Fluence Z.E. es casi una obligación para cualquier conductor preocupado por el medio ambiente. Los gastos adicionales se mantienen dentro de unos límites razonables y, a la vista de las limitaciones que impone autonomía, el cambio de mentalidad que exige es escaso. El dispositivo Wall Box y las baterías de alquiler son otras de las singularidades del paquete Fluence que debemos contemplar como un mero efecto secundario de poca importancia.
Lo importante es que ya es posible conducir sin emisiones y que la compra de un Fluence Z.E. supondría un revulsivo para lograr un cambio de mentalidad hacia una movilidad eléctrica, algo sumamente necesario en Alemania y que todavía no parece haber calado en las conciencias de los conductores. Por lo tanto, lo que se necesitan ahora son conductores ejemplares e intrépidos para que la movilidad eléctrica comience a coger fuelle.
Pese a lo comprensible que pueda resultar cualquier reserva o escepticismo, todos los problemas tienen solución, y cuando uno se enfrenta a ellos sin condiciones el resultado suele merecer la pena. ¿O acaso no disfrutaríamos conduciendo un vehículo eléctrico libre de emisiones? Con el Renault Fluence Z.E. ya disponemos del primer vehículo de estas características en el mercado. Ahora sólo queda que la gente se decida.