Una mujer de pequeña estatura y atuendo sencillo, de unos cuarenta años, vive aquí con su hija desde la muerte de su marido. La casa de tres plantas de estilo clásico toscano está decorada sencillamente, con una mezcla de muebles antiguos y accesorios modernos. Sobre la mesita barroca de la tele hay una videoconsola y en las paredes cuelgan cuadros. Muchos cuadros, sobre todo de estilo neoimpresionista, pintados por el dueño de la casa.
El fallecido dueño de este lugar idílico que él mismo creó era conocido mundialmente y lo sigue siendo tras su muerte. Quizá incluso fue el mejor en su profesión. Pero no son los cuadros los que le trajeron fama y riqueza. El famoso inquilino de esta villa en Módena fue uno de los tenores más importantes del mundo: Luciano Pavarotti.
Bella macchina
Pavarotti tenía muchas pasiones: la ópera, las mujeres, la pasta y el vino. Y naturalmente los coches bonitos. No cualquiera, sino los de una determinada marca, italiana, claro está: donde quiera que actuara el tenor estrella, allá llegaba en un Maserati conducido por su chófer.
Si hubiera vivido para disfrutarlo, le habría encantado el verdadero motivo de nuestra visita: el nuevo Maserati GranTurismo S Automatic. Y es que, como revela el ascensor transparente en el salón de la villa, Luciano no era amigo de grandes esfuerzos. Seguro que el maestro tampoco se planteaba cambiar de marcha por sí mismo.
Comodidad deportiva
El cambio automático con convertidor de seis velocidades estaba hasta ahora reservado al Gran Turismo, la versión deportiva «S» venía equipada únicamente con un cambio secuencial. Con el automático «S», Maserati reúne al fin potencia (el motor de ocho cilindros y 4,7 litros genera 440 CV) y comodidad en un vehículo.
Las ambiciones deportivas no se ven truncadas por la renuncia al cambio de marcha manual, ya que el conductor puede subir o bajar de marcha mediante las levas del volante en todo momento como lo haría Pavarotti con las escalas. Sí, hay que admitir que el automático necesita un segundo al acelerar hasta que ejecuta la orden del acelerador, pero ¿acaso alguien cree que Pavarotti daba el tono sin esfuerzo alguno?
Un bis, por favor
Mientras que la estrella de la ópera se dejaba convencer para un bis sólo con las ovaciones del público, al Gran Turismo S le basta con pulsar la tecla Sport. De forma inmediata la suspensión se endurece y disminuye la inclinación de la carrocería en la persecución de curvas. La respuesta del motor de aspiración natural de casi cinco litros se vuelve más arisca, ejecuta las órdenes del acelerador con mayor rapidez y el automático sube el número de revoluciones antes de cambiar de marcha.
Un placer que no sólo se siente: a partir de las 3.000 vueltas, se abre una tapa en el dispositivo de escape que permite un sonido aún más robusto y fulminante que pone la piel de gallina. Es como si Pavarotti representara al héroe Radamés en Aida, sólo que el concierto procedente de los cuatro tubos se disfruta quizás mejor en los cómodos y refinados sillones de cuero del Maserati que las arias en una butaca en la ópera.
Un trago más
Con 300 km/h de máxima, el Maserati no debería necesitar más de cinco segundos para pasar de 0 a 100. El hecho de que en teoría consuma 15 litros y en la realidad éstos puedan llegar a ser veinte incluso se le puede perdonar. Pavarotti tampoco se conformaba con una botella de Chianti.
Y el precio de 136.000€ para este GranTurismo S Automatic 2+2 también es secundario. Luciano tampoco se habría desplazado a actuar a domicilio por ese precio. Y si lo hubiera hecho, seguro que habría sido en este Maserati.
Traducción: María Dolores Lozano