Hace tiempo que la producción anual del Aventador para 2013 está cubierta y parece que también se han vendido ya algunas unidades del cupo de 2014. Y, a pesar de todo, con apenas 106 unidades vendidas el año pasado en Alemania la marca aún no ha logrado aprovechar al máximo todo su potencial –sirva como ejemplo Ferrari, que ha vendido siete veces más. Parece evidente que la casa italiana necesita un cambio de imagen que le permita distanciarse de esa percepción de fabricante de bólidos «macarras» de colores chillones y acercarse más a la de creador de superdeportivos elegantes. ¿Podrá el Aventador Roadster ayudarles en su empeño?
Verde camuflaje, amarillo brillante y rojo diabólico: en el óvalo Homestead al sur de Miami, donde ya aguarda el Aventador LP 700-4 descapotable para realizar su primera salida, puede observarse una actividad frenética –y colorida. Las dos unidades de color azul hielo presentan un aspecto casi triste entre sus gemelos de colores chillones. Sin embargo, la casa prefiere precisamente estos colores algo más moderados para sus automóviles. Su intención es alejarse de esa imagen de fabricante «macarra» que todavía colea en Alemania y acercarse más a los deportivos de clase y categoría.
No obstante, incluso la propia casa duda de que el color por sí solo vaya a obrar ese milagro teniendo en cuenta el tipo de carrocería de sus modelos. El responsable creativo, Filippo Perini, confiesa por fin abiertamente: «No nos gustas las medias tintas». En su opinión, la mayoría de los automóviles podrían calificarse como «términos medios» –y las soluciones intermedias arruinan el diseño.
Con esquinas y bordes
Menos mal que Perini tiene vía libre en Lamborghini y que la matriz más conservadora de Wolfsburgo no se entromete en nada, ya que al fin y al cabo un Aventador es de todo menos políticamente correcto. Solo así se puede concebir un roadster capaz de hacerle sombra a la mayoría de los demás automóviles. Caracterizado por innumerables bordes afilados y formas angulosas, el Aventador se las arregla perfectamente sin ninguna curvatura. Resulta casi imposible diseñar un automóvil más aguerrido y sin embargo Perini ha conseguido que el Aventador resulte algo menos agresivo que su predecesor, el Lamborghini Murciélago. Bajo la luz adecuada y desde el ángulo correcto, el Aventador resulta incluso elegante. Algo que sin embargo no se puede decir de su ancha zaga equipada con un alerón desplegable y un imponente tubo de escape central o de las entradas de aire sobredimensionadas que exhiben sus laterales.
A pesar de que no creemos que el Aventador Roadster vaya a ser capaz de hacer mucho por mejorar la imagen «chulesca» de la marca en Alemania –ya solo porque rara vez podrá avistarse uno en la carretera–, en el Ocean Drive de Miami Beach sí entusiasma a un público entregadísimo. Allá donde aparece la carretera se convierte en un escenario, los transeúntes en público y los demás usuarios de la vía en figurantes. En estos casos lo habitual es señalar con el dedo al Lamborghini, sacar rápidamente el móvil para hacer algunas fotos y presumir con los amigos de haber tenido la oportunidad de disfrutar de tales vistas. Por este motivo, la timidez no debería estar precisamente entre las cualidades del propietario de un Lambo.
El techo viaja en el maletero
Y mucho menos si se tiene un roadster, un modelo que expone a su conductor de forma mucho más evidente a las miradas inquisidoras de los viandantes. Y tampoco es que ayude mucho cerrar el techo pulsando un simple botón, puesto que las dos mitades del techo fabricado en fibra de carbono y de apenas seis kilos de peso cada uno están almacenadas en el maletero, es decir, debajo del capó. A diferencia del Murciélago descapotable, cuyo techo de lona similar a un paraguas no se podía instalar en menos de cinco minutos, en el Aventador el techo se puede montar y desmontar con unas simples maniobras.
¿Pero quién quiere conducir un roadster con el techo puesto? Conductores y ocupantes de gran envergadura seguro que no. En cualquier caso, de por sí las personas de más de 1,90 metros de altura tendrán algún que otro problemilla para acomodarse en unos asientos estrechos y de escaso acolchado, por lo que el techo limitaría aún más su libertad de movimiento a la altura de la cabeza y tendrían que adoptar una postura poco recomendable para la espalda. Su altura de 1,16 metros lo dice todo, pero incluso a cielo abierto las personas más altas siguen teniendo sus dificultades. Una de dos: o se repantingan en el asiento y entonces notan la presión que ejercen los laterales sobre la cadera o se sientan rectos y en lugar de mirar a la carretera lo que verán delante será el montante A. Parece que para llamar la atención hay que sufrir.
Tonalidades suaves
Por eso, lo que hay que hacer es montarse en el Aventador sin pensárselo dos veces, cerrar sus imponentes puertas de tijera tirando de forma vehemente y sin más echar a rodar. El hecho de que muchos de los elementos que encontramos en el salpicadero decorado con carbono y piel nos suenen de Ingolstadt es algo que preferimos no tener en cuenta y que nos permite centrarnos en la pieza verdaderamente central del Lamborghini. Su bloque de 12 cilindros y 6,5 litros de cilindrada situado detrás de los pasajeros y debajo de una artística cubierta de cristal se arranca pulsando un botón. Como si se tratara de un arma sumamente peligrosa, por precaución el interruptor de arranque se encuentra oculto tras una tapa de protección roja. Por este motivo, para poder disfrutar del Aventador hay que levantar primero esa tapa y después pulsar el botón. Entonces un intenso rugido nos avisa de que el motor está listo para desarrollar todo su increíble potencial, aunque al ralentí se muestra sorprendentemente comedido.
De hecho, este Lambo también sabe comportarse «como Dios manda», si con esto queremos decir de forma dócil. Si se acaricia el pedal del acelerador con suavidad su propulsor apenas emitirá tonos elevados. En ese caso, incluso con la luneta trasera de cristal bajada conductor y acompañante pueden conversar sin mayor problema. Además, si no se necesita mucha potencia (hasta los 130 km/h) su 12 cilindros funciona a medio gas. La desconexión de cilindros ha llegado también a Sant‘Agata para desactivar una de las dos bancadas de cilindros. Solo el propio sistema decide cuál de las dos desactivar con el objetivo de someter ambos sistemas de gases de escape a la misma carga. El conductor no percibe mucho de todos estos tejemanejes, tan solo un indicador en el cuadro de instrumentos le informa de si en ese momento está funcionado la bancada derecha o la izquierda. Al llegar al semáforo el ruido baja un poco más incluso, ya que el sistema de parada y arranque ya forma parte de su equipamiento de serie. Solo de esta forma ha sido posible reducir el consumo medio a 16 litros.
A cielo abierto hasta los 350 km/h
Sin embargo, el que pueda invertir 357.000 euros en hacerse con un roadster seguramente no tiene en mente ahorrar combustible. Una ligera presión sobre el pedal del acelerador es suficiente para que el motor arranque de nuevo en apenas 180 milisegundos. Y tras un resuelto pisotón la aguja del tacómetro situado en un cuadro de instrumentos completamente digital marca una velocidad de 100 km/h. Tan solo tres segundos tarda el Aventador en alcanzar esa velocidad, acompañado en todo momento de un estruendo digno del mejor de los deportivos y tras apenas 25 segundos ya rodamos a 300 km/h. A pesar de todas las argucias aerodinámicas, en el interior se siente la presión y el peinado hace rato que se fue al traste. Y, sin embargo, aún no hemos llegado al límite ya que en el caso del Aventador éste se sitúa en los 350 km/h –con y sin techo.
A plena carga desarrolla nada más y nada menos que 700 CV, una potencia que catapulta hacia adelante a este roadster de 1.625 kg de peso (50 kg más que el Coupé) y eso a pesar de que cuenta con un chasis monocasco de fibra de carbono de apenas 150 kg. La totalidad de la potencia de su propulsor atmosférico no está disponible hasta las 8.250 vueltas, poco después entra en acción el limitador de revoluciones, siempre y cuando el conductor no haya cambiado antes la marcha con la ayuda de las levas que se esconden tras el volante. Si bien el conductor tiene la opción de dejar en manos de la electrónica el esfuerzo que supone elegir la marcha correcta, ni siquiera Lamborghini logra eliminar por completo ese funcionamiento algo torpe a veces de las cajas de cambios automáticas. Cualquier conductor puede hacerlo mucho mejor.
Cambios más rápidos
Tanto en modo manual como en modo automático es posible ajustar los tiempos y la estrategia de cambio; en el denominado modo «Corsa» –ideal para circuitos– las marchas se cambian en no más de 50 milisegundos. Al cambiar de modo de conducción, algo que afecta de igual manera a la dirección, también varía la distribución estándar de la fuerza de la tracción integral. Si en modo «Strada» y conduciendo de forma constante el 30% de sus 690 Nm de par máximo llegan al eje delantero, en modo «Sport» tan solo es el 10%. En modo «Corsa» la distribución normal es de 20:80. El embrague electrónico, en colaboración con el diferencial autoblocante del eje trasero y el ESP, adapta la distribución de la fuerza en cuestión de milisegundos a cada situación de conducción.
La tracción integral sirve de gran ayuda para que incluso los no iniciados puedan conducir el Lambo sin grandes sobresaltos. A diferencia de muchos deportivos de altas prestaciones, que no suelen ser aptos para todos los públicos, resulta sorprendente lo bien que el Aventador se deja mantener bajo control. Por supuesto que quien quiera –y sepa– también puede zarandear la zaga levantando ligeramente el pie del acelerador, mientras una intervención precisa de los frenos provoca sin problemas un derrape, pero por sí mismo resulta muy difícil que el Lamborghini pierda la compostura, y eso a pesar de su suspensión tipo «pushrod» (de brazos horizontales) procedente de la Fórmula 1. ¿Se trata también de una medida contra su carácter de «macarra empedernido»?
Conclusión
Sí, como buen roadster, el Lamborghini Aventador tiene lo que hay que tener para ayudar a la marca en su cambio de imagen. A pesar de estar dotado de 700 CV y de una carrocería de diseño llamativo, si el propietario así lo desea este superdeportivo también es capaz de rodar de forma dócil. En el semáforo se detiene el motor y tan solo trabajan seis de los doce cilindros, de forma que lo que sale de la zaga no es más que un leve gruñido.
En cualquier caso, por suerte los ingenieros italianos no le han arrebatado al Aventador todo su carácter «barriobajero». Al fin y al cabo, un Lamborghini no sería un verdadero Lambo si no fuera capaz de dejar a sus ocupantes pegados a los asientos, alisarles las arrugas de la cara y arruinarles el peinado con el brutal desarrollo de su potencia, además de avisar desde muy lejos a los ingenuos transeúntes con un sonoro bramido que algo grande se avecina.
Esta obra maestra es en efecto magnífica, ya que el Aventador no es una cosa intermedia. No es un poco dócil y un poco salvaje. No, el Aventador domina fabulosamente ambas disciplinas, ya que si hay algo que odian en Sant´Agata son las medias tintas.