Las motos en cuestión pertenecen a la colección privada de Ramón Magriñá y estarán expuestas hasta el próximo día 16 de febrero. Aunque nada como verlas en vivo, aquí van algunas fotografías y curiosidades para quienes les quede muy lejos la ciudad condal. Las más antiguas de la colección
Las veinte motocicletas expuestas están divididas en dos escaparates. En el más grande se encuentran las más antiguas. A muchos seguramente ni les sonarán algunas marcas como Zundapp, Zehnder, Matchless, Nimbus, New Hudson o Singer, por citar algunas de las presentes. En efecto, la gran mayoría de estas marcas hace ya muchos años que bajaron las persianas, al menos en cuanto a la producción de motocicletas. Singer, por ejemplo, también fue conocida por la fabricación de máquinas de coser; De Dion-Bouton fabricaba, además de triciclos motorizados, automóviles y vagones de tren; los daneses que produjeron la Nimbus Stovepipe de 750 cm3 fueron populares por su aspirador Nilfis; y, finalmente, la marca suiza Zehnder dejó en 1930 la producción de motocicletas para dedicarse a fabricar radiadores, actividad seguramente más lucrativa en el pequeño y frío país alpino.
Pero del mismo modo que muchas de las motos expuestas lucen logos imposibles de ver en los modelos actuales, también hay casos en los que es justo lo contrario. No podía faltar la presencia de Harley-Davidson, que ya en 1923 producía motos bicilíndricas de 1.200 cm3 como la F, un modelo que se popularizó porque fue utilizado por la policía en esa época. Y Peugeot, que en la actualidad es la única marca francesa que sigue apostando por las motos, fue una marca líder hasta bien entrada la década de los cincuenta. De hecho, en esos tiempos fabricaba desde motos de pequeña cilindrada hasta bicilíndricas de 500 cm3.
Algunos modelos son especialmente curiosos por las soluciones que empleaban. La Zehnder 175 de 1922, por ejemplo, se usaba mucho en terrenos montañosos porque montaba unas ruedas de diámetro muy generoso. Otras, como la Nimbus Stovepipe, empleaban el chasis como depósito de combustible. La Terrot Motorette Núm.3, modelo muy popular en Francia que empezó a producirse en 1914, funcionaba más o menos como un scooter de hoy, ya que montaba una transmisión por correa dentada y no tenía caja de cambios.
Las más veloces
En el otro escaparate las motos expuestas ya son algo más modernas. Aquí vuelve a estar presente Harley-Davidon, que después de la Gran Depresión logró resarcirse gracias al contrato de cesión de motocicletas que firmó con el ejército norteamericano en la 2ª Guerra Mundial. BMW también aparece con su R 51, una moto con un motor bóxer muy robusto que fue popular entre los jóvenes de clase media-alta y que con 24 caballos de potencia cogía ya los 135 km/h. De Moto Guzzi vemos expuesta la S Sport, una moto muy exclusiva y de bajo consumo que también se utilizó en competición.
También fue muy reconocida en su momento por sus grandes prestaciones la BSA Sloper, que con las válvulas situadas en la culata superaba los 130 por hora ya a principios de los años treinta. Más llamativo es el motor de cuatro cilindros de la Indian Four, pues estaba montado en sentido longitudinal a la marcha y desarrollaba una potencia de 12 cv. También cabe hacer mención a la popular monocilíndrica de 350 cm3 fabricada en Alemania, la Horex Regina Sport, como por supuesto también a una moto ya considerada de competición, la Vincent Rapide. Esta moto de 1.000 cm3 tenía un nivel de calidad mecánica muy elevado, pero como se vendían muy pocas unidades esta marca inglesa tuvo que cerrar ya en 1955. Igual de impecable fue la mecánica de la Velocette KSS, fabricada también en Inglaterra aunque dicha marca dependía exclusivamente de los éxitos logrados en la competición y finalmente también tuvo que cerrar.
En definitiva, una colección muy completa se mire por donde se mire. La exposición en concreto, bautizada como “20 motos dels anys vint”, está presente en el centro comercial desde el 21 de enero y seguirá abierta al público hasta el próximo 16 de febrero. No hay duda de que es una ocasión única de viajar en el tiempo y de comprobar en persona cómo se lo pasaban en grande las generaciones de hace muchos años pilotando motos que ahora nos parecen imposibles de conducir.