Para que así sea, de entrada Honda ha sustituido las llantas “trail” de la versión L por unas de 17 pulgadas puramente asfálticas, equipadas además con anchos neumáticos de carretera. Es decir, que se sacrifica parte de la polivalencia y el confort para centrarse en otro tipo de virtudes, mucho más atrevidas. Ajustes necesarios
Aparte de las nuevas llantas y neumáticos, toda la parte ciclo ha sido revisada para la ocasión. Así pues, también se han endurecido las suspensiones, con que pierden algo de recorrido y el conductor, en consecuencia, notará más lo baches. Todo vale para lograr una conducción más dinámica y efectiva, razón por la cual igualmente se ha reducido el avance de la dirección, consiguiendo así una mayor inmediatez de reacciones en los cambios de dirección. También el asiento es un poco más bajo que en la versión L, y el freno delantero ha crecido en diámetro (ahora de 296 mm).
Asimismo, al esperarse un uso puramente asfáltico, sea en ciudad o en carretera, se ha montado una corona trasera de 39 dientes, consiguiendo así una relación de transmisión más larga y un régimen de giro más relajado a alta velocidad. De hecho, con 23 caballos de potencia y un par de 22 Nm, y teniendo en cuenta sus 145 kilos de peso, ofrece no solamente unas prestaciones muy dignas, sino también unos consumos tan bajos que permiten rodar hasta 250 kilómetros con su depósito de 7,7 litros. Con todo, un cóctel muy explosivo para los jóvenes que quieran diferenciarse de sus amigos con algo nuevo y original.