Mantiene la revolucionaria línea que estrenó su antecesor, aunque bien es cierto que enfatiza sus rasgos futuristas en detalles como los faros, la forma de cuña de las ventanillas laterales o los pilotos traseros. Esta evolución es una apuesta clara de Honda para competir en el segmento de los compactos, donde el Volkswagen Golf es la gran referencia. El Honda aporta ese toque de distinción en una categoría acusada a veces de conservadora y más ahora que estrena acabado racing.
Efectivamente, Honda ha planteado y desarrollado un paquete estético muy llamativo y en el que se ha jugado mucho con el negro, color protagonista, de ahí que su terminación sea conocida como Black Edition. Por tanto, no hay mejores dinámicas.
Para empezar, los faldones son los que se han llevado una actualización muy importante, con una forma más impactante que antes. También el alerón y el parachoques posterior presentan un diseño diferente y que hace las delicias de los conductores más pasionales. El conjunto queda rematado con unas llantas Nitrogen de cinco radios dobles de 18 pulgadas también ennegrecidas (frente a las 17 de serie) y una tapa del depósito de combustible con la inscripción de la versión, lo que ayuda a diferenciarlo. En el interior, por su parte, no hay elementos que sobresalgan en este acabado y es idéntico al del Civic Sport.
De la parte del equipamiento sobresalen los cuatro elevalunas eléctricos, climatizador bizona, faros antiniebla, cierre centralizado, luces diurnas de led, volante y pomo del cambio rematado en piel, ordenador de a bordo, radio con Bluetooh y USB, sensores de encendido de luces y de lluvia…
Variedad reducida
El Black Edition sólo estará disponible con el eficiente 1.6 i-DTEC de 120 caballos (3,6 litros a los 100), con el paquete Sport (26.500 euros) o con el pack Sport Navi (27.600 euros). A estos importes habría que añadirles el Plan PIVE así como un posible descuento de la marca.