De esta forma, la empresa con sede en Colonia pretende prevenir los accidentes causados por este tipo de patologías que, según ellos mismos, a menudo se pasan por alto al desarrollar los vehículos. Estos asientos, todavía en fase de prototipo, utilizan la tecnología electrocardiográfica, y hasta el momento son capaces de medir la frecuencia cardíaca y procesarla en un software que hará las pertinentes interpretaciones médicas. Para ello no es necesario colocar electrodos por todo el cuerpo, sino que es el propio asiento el que a través de seis sensores, es capaz de medir los impulsos generados por el corazón. Es un sistema sencillo (similar al de las máquinas de ejercicio cardiovascular de los gimnasios), pero muy precisa y que da resultados muy precisos en un 95% de los casos.
La segunda parte de la investigación gira en torno a la posible combinación de esta tecnología con los equipamientos y comunicaciones actuales en los vehículos. En el caso de Ford, se podría establecer una conexión de los datos obtenidos en estos asientos con otros softwares como el del Ford SYNC o MyFord Touch, que a través de la tarjeta SIM del teléfono podrán establecer llamadas automáticas de emergencia. Además de esto, los ingenieros de Ford están barajando la posibilidad de que la alerta influya sobre otro tipo de seguridad activa, como el cambio involuntario de carril, el control de crucero, etc.
Ford ha decidido inmiscuirse dentro de este programa después de que el estudio INMORTAL de la Unión Europea concluyera que los conductores con enfermedades cardiovasculares tienen un 23% más de probabilidades de sufrir un accidente en carretera. De la misma forma, el porcentaje de los pacientes de angina de pecho sube hasta un 52%. Esto es especialmente importante teniendo en cuenta que el 23 por ciento de la población europea tendrá 65 años o más en 2025, y que esta cifra llegará al 30 por ciento en 2050.