El parabrisas no solo nos protege de mosquitos, viento, lluvia o nieve, también es un elemento importantísimo de seguridad porque, entre otras cosas, aporta rigidez y resistencia a la estructura del coche. Además, en él se instalan multitud de sensores y radares que permiten el correcto funcionamiento de inumerables asistentes a la conducción. Últimamente, cada vez son más frecuentes los deportivos y superdeportivos sin parabrisas, sobre todo en lanzamientos muy exclusivos con una producción limitadísima. ¿Se extenderá en el futuro esta tendencia a modelos de calle más generalistas?
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Pues creemos -al menos, esperamos y deseamos- que no. Estamos de acuerdo en que sin parabrisas obtenemos un diseño bastante más curioso que puede parecer también más atractivo y, por supuesto, ganamos en lo que a eficiencia aerodinámica se refiere. Sin embargo, debemos dejar claro que renunciar al parabrisas supone dar un enorme paso atrás en materia de seguridad vial. Aun así, es posible encontrar en el mercado varios deportivos sin parabrisas que, pese a estar homologados para circular por carretera abierta al tráfico, se enfocan más en ofrecer altas prestaciones en circuitos cerrados. Los fabricantes recomiendan conducirlos con casco, pero a veces puede no ser suficiente (recordemos el incidente de Felipe Massa en el GP de Hungría 2009.)