Sin duda, las cosas han de hacerse bien. Por eso, es necesario chequear periódicamente el correcto estado de los neumáticos, con el fin de mantener la certeza de que estos se encuentran en la presión recomendada por el fabricante. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de rodar con un neumático desinflado?
Problemas que ocasiona una rueda desinflada
La primera situación que genera un neumático con una baja presión es una resistencia superior al roce con el asfalto. Dado que la superficie de contacto con el firme se incrementa notablemente por esta causa, la rueda desinflada se desgasta a una velocidad muy superior, de un modo irregular y dañando la goma con muchísima rapidez. En consecuencia, el riesgo de reventones que conlleva rodar con los neumáticos desinflados se incrementa de un modo exponencial, por lo que la seguridad de la conducción queda completamente en entredicho. Además, esta situación obliga al vehículo a realizar un esfuerzo superior para mantener las mismas condiciones de circulación, lo que se traduce en un consumo de combustible mucho mayor y, consecuentemente, un gasto más elevado en este aspecto.
Asimismo, toda la estructura y los equilibrios del coche quedan alterados. Cuando son los neumáticos delanteros los que están muy desinflados, el auto tiende a subvirar en cualquier situación, mientras que si se trata del tren trasero el que está mal inflado, la tendencia del vehículo será ir hacia atrás. La menor resistencia a la deformación de las gomas, producida por ese inflado incorrecto, provoca que las inercias del automóvil influyan en su comportamiento, dificultando el control del coche y dejándolo mucho más a expensas de las circunstancias. Otras consecuencias problemáticas de circular con las ruedas desinfladas son el aquaplanning, que se produce siempre que se pasa por un área encharcada, el riesgo de desllantamiento, un mayor calentamiento del neumático y el aumento de la distancia de frenada.
La importancia de controlar la presión de las ruedas
Por todo lo explicado, circular con una rueda desinflada resulta un error muy peligroso. Es imprescindible controlar la presión de los neumáticos, al menos, una vez al mes y siempre que se vaya a realizar un viaje largo. La seguridad, la economía y el medio ambiente son los aspectos más beneficiados por esta práctica absolutamente irreemplazable. Mantener la presión en los niveles establecidos por el fabricante no es una cuestión discrecional, sino una necesidad que evita disgustos, gastos prescindibles y, lo principal, accidentes con un desenlace imprevisible.