Ahora que se acercan los meses de más calor, muchos conductores se acuerdan de que su vehículo tiene instalado un sistema de aire acondicionado. Decimos esto porque muchos de ellos, probablemente, no lo han activado desde la temporada pasada. Una práctica poco recomendable que puede acabar acarreando daños en el vehículo.
El estado del aire acondicionado puede marcar la diferencia entre un buen viaje y un viaje agobiante y pesado. No solo por el calor, sino porque, con el paso del tiempo, las partículas de suciedad que el filtro del habitáculo mantiene a raya reaccionan ante la humedad del aire, formando olores desagradables. Por ello, es recomendable sustituirlo de manera periódica y desinfectar el evaporador.
Pero las consecuencias no amenazan solo al bienestar del usuario. La capacidad de concentración se reduce y el cuerpo se cansa más rápidamente según aumenta la temperatura del ambiente, al tiempo que disminuye la capacidad de reacción, con el consiguiente aumento de posibilidades de sufrir un accidente.
Impacto económico
Llevar el aire acondicionado en mal estado también tiene un impacto en nuestro bolsillo. Con el paso del tiempo, la potencia de refrigeración disminuye por la pérdida natural del gas refrigerante y se corre el peligro de sufrir daños en el compresor, cuyos costes son elevados.
Además, si falta gas refrigerante, el compresor funciona más a menudo y durante más tiempo del habitual para mantener la potencia de refrigeración de manera continua, lo que conlleva un consumo extra de combustible de entre el 5% y el 10%, aunque depende del tipo de aire acondicionado, de la situación en la que circule el vehículo, la temperatura exterior y las costumbres del conductor.
Mientras que el consumo extra es algo mayor en ciudad que en la conducción interurbana o en autovía, los vehículos que viajan sin aire acondicionado suelen circular con las ventanas o techos solares abiertos, lo que aumenta también casi en la misma medida el consumo de combustible debido a la elevada resistencia al aire.
El R-134a ya no se emplea
Se trata de una sustancia gaseosa que pertenece a la familia de hidrofluorocarburos (HFC) y, como su propio nombre indica, se compone por hidrógeno (H), flúоr (F) y carbono (C). Además de ser un excelente refrigerante, el gas R-134a es muy eficiente desde el punto de vista energético, puesto que puede funcionar a presiones más bajas que el resto de los gases HFC, es estable químicamente y no contiene átomos de cloro en su composición, siendo totalmente inocuo con la capa de ozono (su ODP, o potencial de agotamiento de ozono, es igual a cero). La mayoría de los coches que circulan en la actualidad por las carreteras utilizan el R134a.
Sin embargo, desde hace un lustro años también se ha prohibido el uso del R134a y todos los coches de nueva fabricación han tenido la obligación de utilizar un nuevo tipo de gas que se denomina HFO-1234yf.
Cómo funciona el refrigerante para el aire acondicionado del coche
Un compresor mecánico, que utiliza la potencia del motor para funcionar, comprime el gas refrigerante subiendo su temperatura y obligándolo a recorrer todo el circuito del aire acondicionado. Por el camino el gas entra en el condensador, donde se enfría y se convierte en líquido. Después pasa por el filtro secador, cuyo cometido es bajar el nivel de humedad y filtrar las impurezas que contiene el refrigerante en estado líquido. Al salir del secador, el R-134a se dirige al evaporador donde se calienta y se transforma en gas para entrar de nuevo en el compresor y repetir el ciclo.