Según estudios especializados, entre el 15 y el 20 % de los accidentes con fallecidos tenían a la velocidad como uno de sus factores causantes. Por desgracia, España es un país no demasiado prudente en este sentido, pues supera la media europea de conductores que admiten circular por encima de los límites de velocidad en sus desplazamientos, según una encuesta realizada por SARTRE 3.
Controles de velocidad para reducir los riesgos
La Dirección General de Tráfico renueva su preocupación, año tras año, por esta situación. Para combatir esta actitud imprudente y tratar de reducir los riesgos derivados de ella, además de impulsar campañas de comunicación para sensibilizar a los usuarios de lo importante que es adecuar la velocidad para disminuir los accidentes, la DGT se está esforzando en colocar nuevos y más numerosos radares en las carreteras españolas, especialmente en los 140 000 kilómetros de vías convencionales, que son las que presentan, según las estadísticas, los mayores ratios de riesgo.
La presencia de más agentes uniformados y radares activos se convierte en un factor inhibidor de esta peligrosa práctica. Sin embargo, no basta con ejercer un control de velocidad externo a través de estos sistemas, lo principal es concienciar a todos de que dicho control de velocidad ha de empezar, siempre, por uno mismo. Basta un ejemplo revelador, como botón de muestra, de lo que se está arriesgando: cuando se conduce un automóvil a 120 km/h, la distancia de frenado (desde que se pisa el pedal del freno hasta que el coche se detiene) supera la longitud de un campo de fútbol. Evidentemente, el riesgo es muy elevado a esta velocidad.
Sistema de control de velocidad
Se conoce como control o regulador de velocidad a un dispositivo que la mayoría de los coches nuevos incluyen de serie en su equipamiento, el cual tiene como función establecer y mantener automáticamente una velocidad constante en la conducción. De este modo, el chófer puede relajarse y disfrutar de un mayor bienestar mientras conduce. A veces, este mecanismo es utilizado para adecuar la velocidad a las limitaciones de velocidad de cada carretera, lo cual podría llegar a ser muy positivo.
No obstante, como la principal ventaja de este sistema es que ni siquiera es necesario pisar el acelerador para conseguirlo, conlleva una relajación física y mental que, mal utilizada, puede llegar también a ser peligrosa. El pie de cualquier conductor, su capacidad de reacción, está habituado a pasar del acelerador al freno a la hora de reaccionar para detener el vehículo si es necesario. Tener el pie en otra postura, además de influir en que el conductor esté menos centrado, ralentiza su capacidad de reacción.
Por ello, a la hora de automatizar el control de la velocidad es preferible utilizar el limitador de velocidad, el cual establece un tope máximo que no se puede sobrepasar, si bien obliga a mantener el pie sobre el acelerador en todo momento. Sea como fuere, lo fundamental es ser conscientes siempre de que el control de velocidad es imprescindible para asegurar una conducción segura, fiable y responsable. Como siempre se ha dicho, lo principal no es llegar pronto, sino no quedarse en el camino.